Los directores lo alaban, pero no consiguen actores que lleven sus palabras a los teatros. Los intérpretes lo califican de maravilla, de reto, de obra maestra y, al momento de lanzarse, no encuentran la valentía para abordar un papel que les obliga, como este, a enfrentarse a cuestiones muy alejadas de la moralidad. El texto que causa tanta controversia antes incluso de subir a escena es Blackbird, de David Harrower. "Un autor de la época más transgresora del teatro británico", como lo define Carlota Ferrer, la directora del montaje, que llevará este viernes y el sábado la obra al Teatro Rosalía desde las 20.30 horas.

La clave de la polémica radica en su trama. Blackbird narra la "historia de amor imposible entre un adulto de 40 años y una menor de edad", que regresa veinte años después de la relación para pedir explicaciones. "Se ponen en escena cuestiones que no son muy complacientes. Te plantea lo que es la moral, los límites del amor, y el derecho que tiene alguien a volver con la basura del pasado a una persona que ha rehecho su vida", dice Ferrer, que asegura que el texto da motivos para comprender y oponerse a ambos personajes.

El de Irene Escolar, que interpreta a Una, es víctima, pero sin sabérselo. "Ella no lo vivió como un delito, sino que fue la sociedad la que le hizo ver que lo que hacía estaba mal", cuenta la directora. El conflicto que desencadena esta confusión es un sentimiento de abandono, que la joven le reclama a Ray, representado por José Luis Torrijos. "Este personaje tiene una culpabilidad tremenda, pero también ha trabajado para salir de ella con psicólogos, y ha pagado en la cárcel", cuenta Ferrer, que afirma que la pieza no busca "justificar un acto de este calibre", sino "hacer preguntas".

Encontrar quien las haga en una obra como esta, "sin buenos ni malos", no ha sido fácil. La directora confiesa que han sido mucho los que han querido montar el texto de Harrower en España, pero que no han podido salvar el obstáculo de hallar a quien se aventure con un rol tan turbio como el que construye Torrijo. "Toca zonas desagradables, es un papel con el que pocos se atreven. Yo contacté dos actores que me dijeron que la obra era una maravilla, pero que no podían hacerse cargo de ese texto", comenta Ferrer, que asegura que "la dificultad" de Blackbird "es enorme" para los actores.

Precisamente fue ese reto lo que llamó la atención de Irene Escolar. Fue ella, recuerda Ferrer, quien se hizo con los derechos de la obra, de la que también se había prendado la directora. "Nos enamoramos del texto por separado, y un día, hablando, descubrimos ese enamoramiento. Entonces Irene compró los derechos", dice la artista, que encontró en el Teatro Kamikaze y la Comunidad de Madrid el apoyo para llevar adelante el proyecto.

Lo hizo tratando, como siempre, de dar su "mirada personal" a la pieza, en la que el misterio juega, junto al dolor, un papel importante. La trama se va desgranando en la conversación que Escolar y Torrijo mantienen sobre el escenario, provocando una discusión que llega hasta el patio de butacas. "Se genera un debate entre el público, se va posicionando a favor de uno u otro", afirma Ferrer, que se ha decantado por un ambiente cinematográfico para conducir la disputa.

El objetivo ha sido que la palabra tuviera siempre "el mayor peso". La directora se ha mantenido para ello "sobria" en su escenografía, que ha divido en una zona "aséptica" como el lugar de trabajo de Ray, donde la pareja se encuentra, y otra, llena de "maquetas de casas", que se despliega bajo ella para representar el pueblo costero al que un día se fugaran los personajes. "Bajan allí para narrar, hacen una especie de flashbacks cinematográficos", explica Ferrer. Tras su paso por A Coruña, Blackbird continuará su gira por la península, deteniéndose el 21 de abril en Baracaldo como próxima parada.