Vivian Maier estaba decidida a ser un misterio. No solo no quería ser famosa, sino que buscaba ser irreconocible. Cambiaba su acento, evitaba decir su nombre real en las tiendas y escondía su aspecto bajo trajes de corte masculino. En el Chicago de los años 60, esta niñera neoyorquina era una sombra. Solo un detalle la hacía desentonar: una eterna Rolleiflex colgada al cuello. El enigma de su vida, en la que se negó a exponer las fotografías que hoy se consideran uno de los mejores retratos de la época, lo ficciona Berta Vías en Una vida prestada, con la que estará hoy a las 20.00 h. en la Fundación Luis Seoane dentro del ciclo Somos lo que leemos.

- ¿Qué le cautivó de Maier?

-Lo que más me llamó la atención es esa reticencia suya a enseñar sus obras y comerciar con ellas. Ese carácter reservado la hace un personaje muy especial. Además, hace unos años escribí una novela sobre un torero que era lo opuesto a ella. Lo único que pensaba era en triunfar. Vivian Maier era una persona con un talento innegable y, sin embargo, no quiso exponerse.

- Tenían algo en común. De José Sáez tampoco se sabía demasiado.

-Sí. Ese es el trabajo del novelista. Imaginar, ponerse en el pellejo de Maier e intentar entender su alma. No es una biografía, es una novela. El 90% es inventado.

- ¿Le acompañaron sus fotografías en la escritura?

-Muchísimo. Uno de los documentos que más he utilizado han sido las películas que se hicieron sobre ella y las fotografías. Me compré todos los libros que había de fotos suyas y, a partir de ahí, imaginé personajes que la pudieron acompañar. Ella se crea su pequeña familia a base de personas que se encuentra en la calle. Especialmente los personajes anónimos, un reflejo de la vida más cruda y difícil.

- Maier también tuvo una vida complicada.

-Porque tuvo una infancia difícil, con unos padres que se separaron varias veces. Su hermano era esquizofrénico, y su madre también era muy inestable emocionalmente. Pero Vivian Maier rompe con ellos muy pronto y se convierte en una persona independiente. Enseguida se le ocurre que, trabajando con familias con un determinado nivel económico, tiene casa, comida? y muchas horas libres para hacer sus fotos.

- ¿Cómo surge esa pasión?

-Cuando su madre se separa de su padre, se van a vivir con Jeanne J. Bertrand, una promesa de la fotografía. Tanto Maier como su madre se aficionaron a ella. Pero siempre fue una autodidacta. Hizo lo mismo que otros fotógrafos de la época, pero sin estar en el mundillo.

- ¿Llegó a entenderla a través de Una vida prestada ?

-Yo la entiendo muy bien, y lo hago desde antes de escribir el libro. Me identifico con ella, porque entiendo que lanzarse a que vean tus cosas o a que opinen sobre ello? Muchas veces puede ser muy incómodo. La fama es muy incómoda. Me parece más rara la gente que quiere ser famosa a toda costa [se ríe].

- Pero hoy parece que el éxito es una obligación.

-Sí, sí. Hoy parece que si no quieres ser rico o famoso eres, no ya una rara avis, sino imbécil [risas] ¡Y de imbécil nada!

- ¿El aplauso perjudica?

-El público es muy cruel, y eso es algo que he querido reflejar. Muchas veces el éxito no tiene que ver con el verdadero talento de la persona. Hoy en día se dan premios a diestro y siniestro, y muchas veces las obras no valen nada. Lees un libro y dices: "Dios mío, ¿cómo le han dado un premio a esto?".

- Usted dice que no se puede entender a la Maier fotógrafa sin entender a la niñera, ¿cómo se relacionan esas dos facetas?

-En el fondo, como fotógrafa, Maier es una educadora. Ella les dio a los niños una visión del mundo muy distinta de la que le podían dar sus padres. A través de su mirada, aprenden a ver cosas como mataderos, cementerios? Y, en ambas profesiones, siempre está viendo todo desde fuera.