Fue ministro de Cultura en el gobierno de Rodríguez Zapatero, director del Instituto Cervantes e incluso diputado por la ciudad. Pero ante todo, dice, fue poeta. "Nunca dejé de serlo", reitera hoy César Antonio Molina. El escritor coruñés regresa este miércoles a su ciudad para presentar su nuevo poemario, Calmas de enero. Con él estará a las 20.00 horas en Afundación, donde hablará de la vida, el amor, y todo aquello que, mirando hacia atrás en el tiempo, se ha quedado por el camino.

- ¿Ha llegado el momento de poner la vida en la balanza?

-Probablemente sí. A partir de una edad, tienes que empezar a hacer reflexiones sobre lo que se ha hecho. Mi poesía es -como decía Antonio Gamoneda- una poesía reflexiva, de pensamiento, muy cercana al filosofar. Solo que la filosofía trata de dar respuestas, y la poesía no. Esa es la diferencia.

- ¿Con qué se ha topado en esta reflexión vital que hace en Calmas de enero ?

-Con que uno no puede cambiar su vida, que no debe cambiarla y que, si le dieran la oportunidad, tampoco la cambiaría. Y que hay que asumirla como un boom, en el que cual el azar y el destino juega también un importante papel. No todo lo podemos hacer nosotros, sino que hay un tanto por ciento muy grande que depende del destino.

- En su poemario habla de desengaños.

-Los desengaños son fuente de vida y de creación. Lo inconsumable es más fuente de creación que lo consumable. Muchas cosas que se llevan a cabo son mucha menos fuente de creación que otras que quisiste hacer y no se pudieron llevar a cabo.

- ¿Quedaron muchas cosas pendientes en la suya?

-Muchas, muchas que uno habría querido hacer y no ha podido. Pero el no hacerlas ha sido fuente de inspiración para libros, poemas, reflexiones de la vida... A mí me habría gustado poder escribir más libros, haber leído más? Todo eso te lleva a reflexiones sobre la temporalidad de la existencia. Es muy corta, y por eso, ver cómo a veces se pierde en estupideces me causa bastante dolor.

- ¿Se refiere a las idas y venidas de la política? Usted fue ministro de Cultura.

-La política fue una satisfacción. Todavía hoy, cuando voy por la calle, la gente me felicita y me saluda. Aunque lo que más me gusta es, como me sucedió esta mañana, que alguien me diga '¡Adiós, poeta!'. ¿Qué más se puede pedir? Vivimos un tiempo delimitado después de casi 3.000 años de cultura. Tenemos que asumirlos en 90 años como mucho. ¿Cómo poder asumir semejante cantidad de creación literaria, musical y artística? Eso es lo que me habría gustado.

- Habla con melancolía, como en sus versos.

-Sí, claro. Al ser de A Coruña tengo que ser melancólico. Al haber nacido a 100 metros del mar y a 200 de la Torre de Hércules, tengo que ser melancólico. Aparte, que la poesía, para mí, es una sublimación de la melancolía.

- Dicen que la de Calmas de enero es la mejor que ha hecho.

-Bueno, el tiempo ayuda mucho a la escritura. En este libro es donde yo he mezclado más mi propia experiencia personal con ese saber que he ido adquiriendo con el tiempo. La conjunción de ambas da un libro muy humanista, emotivo, cercano, con el que se puede identificar mucha gente.

- ¿Se ve de un modo distinto la vida cuando se observa desde la poesía?

-Yo es que solo he vivido desde la poesía. Siempre dije que, en todos mis cargos políticos, yo nunca dejaba de ser poeta. Por lo tanto, veía más allá de lo que otros no eran capaces de ver, porque la poesía es también una manera de tener infrarrojos.

- ¿En qué sentido?

-En el de las palabras. Sabes cuándo se miden, cuándo no? Su verdadero significado. En muchos simbolismos y actitudes, que tú percibes por esa sensibilidad que tenemos los poetas. Y yo nunca he dejado de serlo. Desde el día que me di cuenta de que para mí lo más importante era la poesía, ese don siempre me ha sido muy útil en todos los lugares.

- ¿Ha marcado mucho A Coruña su poesía?

-Sí, mucho, y mi manera de ser. Y, aunque yo, prácticamente lo he escrito todo en castellano, me considero más escritor gallego que muchos que escriben en él, porque la lengua no es suficiente para la identidad. Yo he presumido mucho de ser coruñés y de ser gallego, y he hecho mucho por Galicia y por A Coruña. A veces, no correspondido.

- ¿Querría más reconocimiento?

-Siempre se necesita afecto. Y, a veces, precisamente tu lugar es menos generoso que otros. Pero me conformo con ser Hijo Predilecto de la ciudad y tener mi poema en la Torre de Hércules.

- En Calmas de enero hace un recorrido por enclaves culturales europeos. ¿Dónde queda España hoy dentro de esta cultura europea?

-El patrimonio histórico artístico es de los más grandes del mundo. Y si añadimos todo lo dejado en Hispanoamérica, gigantesco. El problema es que a la cultura española hay que darle más medios, más presencia, más protagonismo, y saber que somos un país esencial, que estamos entre los primeros. Esa es la gran herencia que tenemos, y la gran inversión. Por lo tanto, nunca hay que hablar de costes en la cultura y en la educación. Los problemas de España provienen todos de la educación. Todos. De no haberse dedicado todo lo que debería a ella y de no hacer saber a los ciudadanos en qué país y cultura viven.