Eternamente en medio de su mejor obra, pero siempre con la humildad en los labios. Así pasa las décadas Joan Fontcuberta, Hasselblad Award 2013, mientras destapa con sus imágenes la subjetividad inherente a la fotografía. El artista, defensor de la instantánea como mediación con el mundo, estará este jueves a las 20.30 horas en la Galería Vilaseco, donde impartirá una conferencia de la mano del ciclo de Hijos de Rivera 12miradas::Riverside.12miradas::Riverside

- ¿Qué queda de la fotografía tal y como la conocíamos?

-Queda una cultura de la visión que ideológicamente ha supuesto la salvaguarda de unos valores como son la memoria, la verdad? Hoy esos valores siguen siendo muy importantes. La fotografía es todavía un sustento de nuestra manera de mirar el mundo.

- Usted la interviene, la falsea.

-A mí lo que me gusta es experimentar. Las imágenes convencionales me interesan poco, me gusta buscar esas que muchas veces marcan una cierta diferencia. Hoy estamos sumergidos en una vorágine de imágenes, y no todas tienen el mismo valor. No son lo mismo las fotografías banales que pueden hacer los simples usuarios de teléfonos móviles que las hechas con un criterio más crítico.

- ¿Es más poderosa hoy la fotografía, tras la revolución digital?

-En estos momentos, ya no sé si se le puede llamar fotografía. Yo propongo hablar de posfotografía.

- ¿Tiene que ver con esa otra idea tan de moda, la posverdad?

-Se han solapado en el tiempo, pero no están necesariamente unidas. Para mí, la posfotografía sería el tipo de imágenes que se esconden tras la fotografía en función de toda una serie de cambios políticos, culturales? En cambio, la posverdad vendría a ser esas técnicas de contrainformación con la potencia que les puede dar Internet.

- Dice que con él se ha puesto en entredicho la objetividad de la fotografía, pero siempre ha dependido de su autor.

-Ahora es muy fácil decirlo [se ríe], pero en el siglo XIX, los espectadores pensaban que se encontraban con casi una imagen producida por un espejo. Con el tiempo, nos hemos dado cuenta de que es una visión particular. Pero las tecnologías digitales han asestado el golpe de gracia, en la medida que han llevado este tipo de demostración a los ámbitos más masivos. Todo el mundo hoy en día puede intervenir una imagen y nos damos cuenta de hasta qué punto es fácil hacer que esa imagen supuestamente verídica se desvirtúe.

- En algunos ámbitos, como el fotoperiodismo, puede ser un problema.

-El fotoperiodismo atraviesa diferentes crisis, a las que se le añade la problemática de esas prótesis tecnológicas. Antes podíamos confiar en la cámara. Hoy la confianza ya no la discutimos sobre la herramienta, sino sobre la persona que la usa. Hemos desplazado el problema de la objetividad a la actitud del reportero.

- Es un ámbito que usted conoce bien. Estudió Ciencias de la Información, ¿qué le llevó finalmente a la fotografía?

-Llegué un poco por circunstancias azarosas. Tenía en la escuela un profesor que era muy aficionado a ella y que nos pedía que realizáramos fotografías de las visitas escolares. Así empezó. Luego, en la universidad, ya me di cuenta de que podía ser también una forma crítica de negociar nuestro concepto de lo que es el mundo.

- Por su trayectoria ganó en 2013 el premio Hasselblad. ¿Qué significó para usted?

-Primero, una gran sorpresa. Cuando me llamaron, pensé que me estaban haciendo una broma [se ríe]. Pero luego una responsabilidad. Pensé: "Caray, ahora tendré muchos ojos pendientes de lo que vaya haciendo". No olvidemos que ese premio lo han recibido fotógrafos como Cartier-Bresson, fotógrafos de los que yo estoy modestamente a años luz. De repente, te cae esa distinción y uno piensa: "¿Qué podré hacer yo a partir de ahora para merecerme estar a la altura?". Eso, durante un tiempo, me creaba un cierto desasosiego, pero he seguido trabajando y creo que estoy haciendo cosas que no desmerecen lo que había hecho antes.

- ¿Ha sido determinante?

-Para muchos autores, un premio de estas características casi es una manera de enterrarlos en vida, porque deciden vivir de rentas. Para mí ha sido un estímulo. Una manera de decir que, yo no sé si merezco ese premio, pero haré todo lo posible para llegar a merecerlo.

- "Todo lo que he hecho es un previo de la mejor obra que está por llegar", ha dicho. ¿La tiene ya sobre la mesa de trabajo?

-La verdad es que siempre pienso que la tengo, pero luego me doy cuenta de que había exagerado [risas]. Además, creo que hay que ser muy autocrítico. Hay que dejar reposar las obras y evaluar si están realmente en el buen camino. Muchas veces no lo están. Para mí lo importante de un artista es asumir los fracasos, no la autocomplacencia, sino pensar que hay que hacerlo todavía mucho mejor.

- Usted ha vivido muchos cambios de la fotografía, ¿ha cambiado también el modo de leerla por parte del espectador?

-Desde luego. Para nuestros padres la fotografía era un depósito de vivencias. Hoy hemos pasado de la fotografía como un acto solemne a su absoluta banalidad. En esa nueva tesitura, nuestra lectura de la imagen tiene que ser distinta.

- ¿En qué se convertirá?

-En otro tipo de lenguaje visual. La fotografía nació en el siglo XIX. Estamos en el siglo XXI. ¿Podemos esperar que ese tipo de imagen siga igual hoy? No. En definitiva, las imágenes no son más que las mediaciones entre nosotros y el mundo. Si nosotros y el mundo somos distintos, esas imágenes también lo tienen que ser.