Un magnífico y más que meritorio debut en el largometraje de un actor y director español, Daniel Guzmán, que ha sorprendido a propios y extraños con la madurez de sus imágenes y, especialmente, con la naturalidad con que se mueven los personajes, que desprenden vida por sus cuatro costados.

El caso es que, en el terreno de la realización, con solo algunos cortos en su haver, entre ellos Sueños, que se hizo con infinidad de premios internacionales en 2003, y el documental Mar de fondo, deja sentir en su cine claves que llegan al corazón y al ánimo de público. De ahí el gran triunfo que la cinta ha cosechado en el Festival de Málaga, donde ha recibido las Biznagas de Oro a la mejor película y director, así como la de Plata de la crítica a la mejor cinta y el galardón al mejor actor de reparto (Antonio Bachiller en el cometido del joven Luismi).

No se puede pedir más para una ópera prima que, además, se ha rodado contra viento y marea, sin financiación previa de ninguna televisión -TVE solo entró acabado ya el rodaje- y con una dedicación de Guzmán de siete años interminables para acabar el guión y disponer de medios económicos.

A estos antecedentes, que revelan lo singular y loable del proyecto, hay que sumar la soberbia dirección de actores, especialmente de los dos protagonistas, los adolescentes Miguel Herrán y Antonio Bachiller, que incorporan a Darío y Luismi en su primera aparición en la pantalla. También es debutante Antonia Guzmán, que es la abuela del director y a la que su nieto escogió, con total acierto, para asumir un personaje que es un portento de naturalidad.

Los riesgos que corría un producto como éste eran, por tanto, muchos y notables, pero han quedado superados de lleno en la práctica. Con un gran sustento autobiográfico, la película refleja la difícil y conflictiva adolescencia de un muchacho de 16 años, Darío, que sufre las consecuencias de un hogar desestructurado en el que sus padres, incapaces de mantener la convivencia, se han separado y mantienen una relaciones tirantes que conllevan, asimismo, un trato agresivo y a todas luces imposible. De ahí que Darío no rinda en el instituto, falseando incluso las notas y mintiendo a sus padres que pasan.