Es, por encima de todo, un manual de actuación que muestra con todo detalle las misiones antiterroristas que llevan a cabo las Operaciones Especiales de la Marina de Estados Unidos, concretamente los SEALs y la SWCC. Su mayor defecto es que sacrifica un sustrato dramático solvente en aras a impregnarse de un aire de falso documental, de modo que su tendencia a ser riguroso y a entrar en todo tipo de detalles de las misiones conlleva inevitablemente un desequilibrio en el ritmo que conduce a menudo al aburrimiento.

Aunque puede interesar a los incondicionales del cine bélico, productos como éste no añaden nada al mismo y solo se entienden como homenaje a unas fuerzas que se juegan la vida para impedir que le terrorismo siga causando estragos en todo el mundo y la muerte de inocentes. Primer largometraje de ficción de Mike McCoy y Scott Waugh, algo que salta a la vista por la frialdad de los fotogramas, ambos se vanaglorian de que las actuaciones que se ven se inspiran en hechos reales y en ellas se utiliza munición real. Es más, apenas cuatro de los soldados que desfilan por la pantalla son actores profesionales, el resto son militares que se mueven como tales.

La operación que se ha escogido para ilustrar el perfecto engranaje de la máquina antiterrorista combina elementos como el de los denominados «mártires» autoinmolados, las bandas de narcotraficantes y las fuerzas paramilitares. Se trata de una operación de rescate de un agente de la CIA que nos lleva desde Kiev y Filipinas hasta Costa Rica y de México a la frontera de EE UU, que acaba destapando un operativo terrorista de dimensiones superiores incluso a las del 11-S.

En un intento frustrado por dotar de humanidad a las imágenes, se escoge por protagonista a un miembro de los SEALs que espera un hijo y que hace el papel de héroe anónimo que entrega su vida para salvaguardar la libertad en nuestro mundo.