Confirma unos valores sintácticos y dramáticos en el director Santiago A. Zannou que ya se advertían en su debut en el largometraje, la indudable sorpresa 'El truco del manco', que realizó en 2008 y que obtuvo tres Goyas, reiterando que sabe pulir adecuadamente a sus personajes y conferirles ese grado de convicción y de solvencia que requieren para que aporten la necesaria credibilidad a la trama. Aquí se apoya en una novela de Carlos Bardem que el propio actor, en un cometido relevante, ha adaptado a la pantalla con el director y que se sostiene sobre dos muletas fundamentales, el boxeo por un lado y el racismo y la xenofobia por otro. Javier Bardem, hermano de Carlos, desempeña un papel breve de presencia pero importante de significado, erigiéndose en líder teórico de un grupo neonazi que fomenta el odio a los inmigrantes.

La figura que utiliza la película para dejar constancia de la execrable violencia de unos seres movilizados por el odio y el resentimiento contra los seres más frágiles de la escala social es Julián, un joven que forma parte de estas bandas radicales y fascistas, que imitan toda la parafernalia del nazismo, empeñado en abrirse camino en la vida a través del boxeo. Para ello ingresará en un gimnasio en el que empezará a sembrar la semilla de la redención. Será gracias a dos personas, Carlomonte, un antiguo boxeador venido a menos pero con unas fuertes convicciones morales que se convierte en su referente ideológico, y Alyssa, una empleada negra del club que despierta en él un intenso amor. Sobre ambos se va despertando una conciencia cada vez más lúcida que le lleva tanto a desprenderse de sus sentimientos racistas como a descubrir la verdadera realidad de los tipos miserables y matones a los que ha estado vinculado.

Zannou, que es negro de origen africano, sabe enmarcar este relato con coherencia en el conjunto de la España actual, marcada por la crisis y por un innegable refuerzo de las posturas intransigentes y antisolidarias. Lo hace, es probable, con cierto simplismo pero sin que por ello su discurso pierda la contundencia que en todo momento certifica.