Es un documental exhaustivo y personal que rompe todas las barreras que impedían efectuar un acercamiento íntimo a la figura y a la obra de la excepcional cantante de jazz británica Amy Winehouse. Fallecida como consecuencia de un coma etílico en 2011 en Londres a la edad de 27 años, su trágica y prematura muerte podría incluirla en un apartado nutrido de brillantes artistas del pop, del rock o del soul que fueron víctimas prematuras del alcohol y las drogas.

El director británico Asif Kapadia, que ya certificó virtudes para el género documental en Senna, un largometraje sobre el malogrado piloto brasileño de Fórmula 1, ha sabido ordenar todo un valiosísimo material audiovisual, buena parte comentado por la propia Winehouse y el resto por sus amigos y familiares más allegados.

De todos modos, el factor más relevante y revelador que aporta la cinta es que se introduce en el universo de las composiciones y de las letras de las canciones de Winehouse, efectuando un estudio completo que permite conocerla mucho mejor. Desde su adolescencia hasta que contactó con su primer manager, Nick Shymansky, los vídeos que vemos permiten ir descubriendo a una persona única y a una voz privilegiada.

Pero el paso más importante al respecto lo da cuando se convierte en una verdadera estrella, una figura adorada por el público y perseguida por los paparazzi. El drama comenzará a perfilarse cuando se enamora de su futuro marido, Blake Fieder-Civil, que será quien la acompañe por el trágico calvario de la adicción a la heroína, a la cocaína y al alcohol.

El documental cuenta, asimismo, el tierno episodio de amistad entre Winehouse y el norteamericano Tony Bennett, un cantante mítico que sabía la magnitud increíble de la cantante británica, y culmina con la noche inolvidable de los premios Grammy, que se saldó con seis recompensas para Amy en una gala inolvidable. Parecía que la artista superaría su crisis y que volvería a ser ella misma, pero fue solo un espejismo que acabó con la más inevitable tragedia.