Tiene ritmo, imaginación y sus diálogos y homenajes, en concreto al del cine de acción y al thriller de décadas pasadas adquieren un toque melancólico y nostálgico que se agradece y que demuestra que el director EdgarWright está consolidando su trabajo y convocando cada vez más público ante su cine. El autor de 'Zombies party', 'Arma fatal', 'Scott Pilgrim contra el mundo' y 'Bienvenidos al fin del mundo' sigue la pauta del buen vino y va mejorando con los años, aunque todavía le queda un largo trecho para ser un gran creador. Sin embargo, 'Baby driver' será una de sus películas que marque un antes y un después y que le permite abrirse un camino y no precisamente de rosas. Desde un comienzo que mezcla precisión y persecución, pasamos a un escenario en el que los vehículos se mueven a sus anchas en un marco urbano realmente vertiginoso.

Lo más meritorio de la película son sus influencias del cine de Hollywood de finales de los sesenta y comienzo de los setenta, sobre todo de títulos que protagonizaron Steve McQueen y Clint Eastwood, y los buenos resultados que depara el cóctel de estrellas que muchos aficionados todavía añoran. Con un factor de peso que ha deparado estimulantes resultados, especialmente la efectividad de un actor como Ansel Elgort, que da vida a Baby Driver, capacitado para imprimir al protagonista su evidente magnetismo. Aunque es demasiado joven para emular al mejor conductor que uno pueda imaginarse, consigue aportar al mismo sus mejores esencias.

Si bien Baby acaba formando parte de una organización criminal, obligado a conducir para su jefe, un Doc felizmente incorporado por Kevin Spacey que se ha hecho de oro atracando bancos, su meta no es esa y solo las deudas heredadas le obligan a ello. Él es feliz escuchando permanentemente música por los auriculares bajo los cuidados de Joseph, encarnado por un encantador CJ Jones. Sin marginar, desde luego, a un Jamie Foxx que nos regala un cometido reducido pero impagable. El caso es que las presiones pueden más que su propia voluntad, hasta que conoce a una camarera que le roba su corazón, Debora, que sueña como él en huir de todo por la carretera y escuchando la mejor música por iPod. Es el último deseo, pero para que se cumpla hace falta casi un milagro.