Es una lástima que esta comedia se diluya en la segunda mitad, sin duda por su obsesión por llevar las cosas al límite de la exageración y caer con ello en lo puramente grotesco, porque tiene un arranque divertido e ingenioso que, además, conecta de lleno con la realidad económica actual en muchos países del mundo y con España, desde luego, incluida.

El comienzo, de hecho, no tiene desperdicio y nos sitúa en el marco consumado de la detención in fraganti de James, un millonario gestor de fondos acusado de fraude y de estafa que es juzgado y condenado a diez años de cárcel. Eso sí, se le permite disponer de 30 días para poner todas sus cosas en regla. La cinta es la crónica, un tanto desorbitada, de ese mes terrible en el que un tipo que ha vivido en la opulencia y el lujo tiene que mentalizarse para ingresar en prisión, algo inconcebible para él.

Es la opera prima del guionista Etan Cohen -al que no hay que confundir con el prestigioso Ethan Coen, que forma tándem con su hermano Joel-, que tiene aciertos evidentes hasta que se viene abajo y pierde gran parte de su ironía y sentido del humor. El trance que ha de pasar James es tan demoledor en todos los aspectos, que no tiene más remedio que pedir el asesoramiento de un vecino negro, Darnell, para poder superar semejante trago. Piensa que su vecino es un experto en materia de convivencia en la cárcel cuando en realidad no sólo no ha pisado nunca ninguna sino que ni siquiera ha sido multado. Pero consciente de que puede conseguir buenos dividendos del tema se presta al asunto y se convierte en su consejero carcelario.

Lo peor es que ha de ingresar en el siniestro penal de San Quentin, donde nadie puede resistirse a ser violado. Will Ferrell, que incorpora a James con más fortuna de lo que es habitual en él, quería reflejar qué se sentiría en el preciso momento en el que te enteras de que vas a ingresar en prisión. Qué se te pasaría por la cabeza. Cómo te prepararías para ello y si Intentarías huir del país inmediatamente.