Se inspira en hechos reales, aunque la fuente principal de documentación es la novela de Hannelore Lippe, y es un thriller dramático que atrapa al espectador en una espiral de tensión con sus inesperados y terribles giros. Es solo el segundo largometraje del director alemán Georg Maas y fue elegida por Alemania para representarle en la carrera de los Oscars, llegando a ser una de las nueve finalistas.

Nos traslada a la Europa de los años noventa, justamente cuando acaba de caer el Muro de Berlín, y nos adentra con sucesivas vueltas atrás que se remontan a los días de la segunda guerra mundial y a los de la dura posguerra, en un terreno argumental tan cruel como apasionante, concretamente en las denominadas «niñas de la guerra».

Se trata de pequeñas que nacieron fruto del amor entre una noruega y un soldado alemán, una unión en principio bendecida por los nazis, que consideraban que reforzaba la pureza de la raza, pero que acabaron, al final de la contienda con la derrota de las huestes de Hitler, internadas en centros de maternidad germanos por las autoridades de la nueva República Democrática Alemana. Esta es la historia de una de ellas. Katrine es una alemana afincada en Noruega que vive con su esposo, su hija y su madre disfrutando de una sólida cobertura familiar.

Así hasta que la realidad saca a la luz unos hechos terribles acaecidos décadas atrás y que le afectan de lleno. Los difunde un abogado que trata, en principio en vano porque ella se niega a hablar del asunto, de entrevistarse con una Katrine que fue una de esas «niñas » que creció en un hospicio hasta que, finalmente, fue devuelta a su familia noruega. El propósito del letrado, fundamental para la causa, es que declare en un juicio contra el gobierno del país nórdico que resarciría en parte los daños causados a seres inocentes.