Se deja sentir en algún momento que la mirada que vemos sobre un entorno y unos personajes tan peculiares, la comunidad Urka que se instaló en el sur de la Unión Soviética procedente de Siberia, está efectuada por una persona ajena a la misma, concretamente por el cineasta italiano Gabriele Salvatores, que no controla, como sería de desear, sus aspectos más íntimos y definitorios. De ahí surgen los aspectos más discutibles de la película que, a pesar de todo, representa un documento válido y a tener en cuenta en el marco sociológico que pone de relieve las cualidades de un director, ganador del Oscar a la mejor cinta extranjera con Mediterráneo en 1991, del que apenas hemos visto en España una mínima parte de su obra, y del que no teníamos noticias desde Quovadis, babyen 2005.

Con el asidero firme y revelador de una novela de Nicolai Lilin, un escritor moldavo que ha profundizado en las raíces de lo que escribe, el realizador ha podido delimitar con convicción unos tipos que forman parte de una sociedad cerrada y sometida a las tradiciones y a los dictados de sus responsables. Tanto es así que, siguiendo un modelo que recuerda a la mafia -de ahí, entre otras cosas, el interés de Salvatores por el texto-, diseña un cuadro en el que bandas multiétnicas se enfrentan entre sí por el control y por el poder.

Un escenario en el que los veteranos tienen mucho que decir, de modo que el patriarca Kuzja, jefe del clan siberiano-incorporado por John Malkevich-, desempeña en parte el narrador de los hechos. Para que la historia tuviese dimensión dramática y posibilidades de arraigar entre el público, las imágenes se pliegan sobre dos personajes, los inseparables amigos Kolyma y Gagarin, a los que vemos crecer desde los diez años y cuyas vivencias, como miembros de las bandas, nutren la historia de momentos terribles pero también entrañables. Los dos se especializan en el dominio de las armas y en el robo, actuando siempre en función de un código de honor y renunciando, al precio que sea, al tráfico de drogas. Para incrementar la veracidad el di-rector ha rodado en Lituania, recurriendo a un reparto en su mayoría de actores del país báltico, salvo los casos de John Malkovich, PeterStormare y Eleanor Tomlinson.