Una empresa arriesgada y compleja que el director sueco Felix Herngren ha superado con acierto, salvando los aspectos fundamentales del libro de Jonas Jonasson en que se basa y completando un producto divertido, excéntrico y a veces demoledor.

Suscitó desde que se anunció el rodaje, la atención de toda la Suecia cultural, ya que estamos ante uno de los mayores éxitos de ventas en las librerías del país, que superaron el millón de ejemplares. No solo eso, el texto se ha publicado en 38 países y ha vendido más de seis millones de ejemplares en todo el mundo.

El director, que es también coguionista, ha encontrado a menudo las claves de una historia que discurre a lo largo del siglo XX y que refiere la singular e increíble trayectoria vital de un hombre, Allan Karlsson, un enamorado de las explosiones que vivió experiencias únicas que le pusieron en contacto con personajes como Einstein, Gorbachov, Franco, Stalin y Bush. Un logro que hay que celebrar tratándose solo de su tercer largometraje, primero que vemos en España. Como el propio título señala, el protagonista es un anciano que ha sido ingresado en un geriátrico pero que no se resigna a la suerte de esperar pasivamente la llegada de la muerte.

Es mucho lo que ha vivido para ahora actuar de ese modo. Es más, como goza de buena salud y de movilidad, aprovecha la fiesta que se prepara en su honor el día que cumple los cien años para saltar por la ventana y fugarse. Se inicia así una aventura con implicaciones criminales, que pondrá en riesgo su existencia, después de que el destino una su futuro al de un tipo siniestro que lleva una maleta repleta de dinero. Buscado por la policía y por los jefes del delincuente, su huida se erige en un cúmulo de incidencias.