Ratifica la talla como gran cineasta actual del director turco Fatih Akin, reconocida en los numerosos galardones que ha merecido en festivales internacionales y subraya de nuevo que su cine tiene la cualidad de armonizar imágenes y sentimientos con una cohesión y, sobre todo, una supeditación a temas vinculados a su país realmente eficiente.

Esta película, además, aporta al argumento elementos propios del western y reivindica, por encima de todo, cuestiones trascendentales como el amor, la esperanza y el afán de sobrevivir en circunstancias sociopolíticas terribles.

En Turquía del genocidio armenio, un hecho que siguen negando las autoridades legales a pesar de las evidencias al respecto y que, por fortuna, está dejando de ser tabú. Fin de la trilogía El amor, la muerte y el diablo, que incluía Contra la pared en 2004 y Al otro lado en 2007, El padre nos sumerge en un decorado marcado por la represión, la tortura y el asesinato, un periodo que nos lleva desde 1915, en plena guerra mundial, hasta los años veinte, cuando ya el citado genocidio solo vive en los recuerdos de una comunidad diezmada y el fin de la primera contienda es una realidad que ha provocado estragos en el Imperio Otomano.

Son aspectos que se vislumbran a través de los ojos de un joven armenio, Nazaret, que fue alistado por el ejército turco y que sufrió el trance tremendo de ser separado de su mujer y sus hijas. Por fortuna, la casualidad quiso que descubriera a través del testimonio de quien fuera su ayudante que sus gemelas estaban vivas aunque en paradero desconocido.

Tras una primera mitad que describe los horrores vividos por Nazaret y sus compatriotas tras sufrir todo tipo de vejaciones y de horrores, con imágenes de campamentos patéticas que parecen inspiradas en la realidad de nuestros días, la cinta se convierte en la segunda parte en una búsqueda desesperada de sus dos hijas.