Carece de las cualidades necesarias para apasionar e incluso para interesar al público y solo sus efectos visuales impiden que el aburrimiento se generalice y que la historia adquiera esporádicamente momentos con un mínimo de atractivo. Muy poco bagaje, sin duda, para una producción de alto presupuesto pero de muy reducidas virtudes narrativas, que si bien es cierto que no se basa en ninguna novela ni videojuego, sino que parte de un guión original, no es otra cosa que un refrito de títulos muy conocidos, entre otros de Los inmortales y la serie Underworld, que convierte a los malvados de turno en un ejército de brujas.

Vin Diesel no tiene motivos, desde luego, para sentirse satisfecho. Los defectos proceden en su mayor parte de una pobre y poco imaginativa realización, fruto de un director, Breck Eisner, que ya había demostrado previamente sus limitaciones con mediocridades del calibre de Crímenes del pensamiento y Sáhara. Sin un control de la trama y sin los recursos necesarios para aportar la épica, la aventura y la tensión requeridas, a nadie puede extrañar que acabe decepcionando.

Comienza con el listón muy alto, remontándose a la Edad Media y escenificando la muerte de la Reina Bruja a manos de Kaulder, un intrépido y hábil cazador de hechiceras en el decorado de una cueva infestadas de seres maléficos. Es la crónica de una venganza que se consuma después de un largo enfrentamiento y que supone prácticamente la derrota de unos seres sanguinarios que tienen como objetivo primordial acabar con los seres humanos. Ya en nuestros días, 800 años después, Kaulder, que forma parte de la rígida Orden del Hacha y la Cruz y que vive bajo el cuidado físico y espiritual de los Dolan, que son sacerdotes que les protegen, sigue cazando brujas, consciente de que éstas preparan diezmar a los hombres con una mortífera peste negra. Y no es lo peor, ya que le han llegado noticias de la resurrección de la Reina Bruja, su más cruel antagonista.