Reitera los conocidos ingredientes de la literatura de Nicholas Sparks, un autor muy cotizado en Hollywood, del que la semana pasada se estrenaba en España otra adaptación de un texto suyo, Lo mejor de mí, que ha encontrado el filón idóneo para fabricar best-sellers a partir de historias melodramáticas y folletinescas que sitúan el plano romántico en lo más alto.

No sólo eso, también recurre a aspectos un tanto obsoletos, saturados de emotividad que, sin embargo, siguen siendo efectivos en amplios ambientes. En este caso, por otra parte, se ha convertido en su propio productor, con lo que ha gozado de una mayor libertad para moverse a sus anchas y para asesorar al director George Tillman Jr., que debutó en 1997 con Líos de familia y que logró sus mayores éxitos con Hombres de honor y Sed de venganza. De ahí que no pueda incluirse esta cinta en el grupo de las más afortunadas que han surgido de sus libros, entre las que pueden resaltarse Mensaje en una botella, El diario de Noa , Noches de tormenta, Querido John y Un lugar donde refugiarse.

Es cierto que la película tiene en ocasiones una innegable capacidad para llegar al corazón de un sector del auditorio, pero lo hace sobre la base de una manipulación afectiva que resulta manifiesta. Con ese lastre y con el toque añejo, por decirlo de algún modo, de los dos relatos que nutren la cinta, que se dispara por ello a un metraje de 139 minutos, no sorprende que se conciten inevitables tiempos muertos.

La cosa comienza en la actualidad y nos pone en contacto con los rodeos de toros, un espectáculo llamativo que es toda una tradición en Estados Unidos y de la que es un destacado profesional el joven y atractivo Luke (incorporado por Scott Eastwood, hijo de Clint Eastwood), que conoce justamente antes de una de sus actuaciones a la que va a ser la mujer de su vida, Sophie, que estudia el último curso de arte en la universidad. El encuentro tiene visos de flechazo y abrirá paso al romance de turno a pesar de vivir en mundos tan distintos.