Un experimento sugestivo, hermoso y, sobre todo, captado con precisión y sensibilidad que ha vencido las considerables trabas y dificultades que se derivan de unos ensayos improvisados que impedían tener un esquema preconcebido de la filmación.

Cuenta la experiencia de dos coreógrafos, la española Amaya Lubeigt y el holandés Wilfried Van Poppel, que cada semana viven el inmenso reto de conducir a un grupo de adolescentes por un territorio inexplorado que pone a prueba tanto a los «profesores» como a los «alumnos». Estos últimos, muchachos de institutos de toda Europa, deben aprenderse una coreografía y bailarla en cinco días intensos en los que son sometidos a una dura pero estimulante disciplina.

Revela, además, en opinión de los realizadores, cómo esa experiencia rompe su rutina, cambia los roles y obliga a los alumnos a utilizar la danza para expresarse. Como consecuencia de ello, salta a la vista que evidencia las carencias del sistema educativo actual y la necesidad de fomentar las artes en el aula.

Es el primer largometrajes de los realizadores Rafa Molés y Pepe Andreu, que obtuvo el premio Canal Plus del Festival Internacional de Cine Documental Miradas Doc, además de haber sido preseleccionada en nueve apartados para los Goya y también para los premios Feroz 2015. El documental comienza un lunes y se abre con un grupo de adolescentes que tienen cinco días para subirse a un escenario y bailar. Tienen menos de una semana para cambiar las cosas. Es muy poco tiempo, pero suficiente para que todos ellos sientan que han sufrido una notoria metamorfosis. Y es que la danza les lleva a modificar sus roles en un momento decisivo, cuando los mismos se están forjando en ellos.

Las consecuencias, entre otras cosas, son que el líder deja de ser el más admirado mientras el tímido se reivindica. Es fruto de que el danzar les obliga a contactar físicamente, a comunicarse, un proceso que les iguala. No todos lo experimentan igual, porque en algunos casos no hay «cambio» hasta el final. Wilfried Van Poppel, que es un verdadero maestro en este tipo de terapias, y Amaya Lubeigt, son los perfectos coreógrafos y la danza es el lenguaje.