Sus defectos son ostensibles y se hace evidente a menudo que se trata de una ópera prima rodada entre amiguetes con más entusiasmo que medios en el que los responsables, sobre todo un director, Daniel Aguirre, convertido en Juan Palomo, ya que es también guionista, protagonista, coautor de la fotografía, compositor y productor.

Por eso obtuvo los modestos premios del público en el Festival ALCINE de Alcalá de Henares y el Especial del Jurado en el certamen Opera Prima de Tudela, proyectándose asimismo en los festivales de Málaga y Montreal World Films Festival. Combina con irregulares resultados ingredientes de la comedia y del policiaco, desechando la violencia, los efectos especiales y las persecuciones en beneficio de lo que normalmente no ve el espectador, las largas conversaciones y la monotonía que acompaña cualquier investigación policial.

En este marco realmente poco seductor trabajan dos amigos y a la vez agentes de policía, Dani y Sergio, que da la impresión que están metido de lleno en una operación de contrabando de artículos falsificados. La primera secuencia es sintomática de lo que vendrá después con los protagonistas metidos en su coche, entretenidos en contarse sus aficiones infantiles. Algo que se repetirá bastante y que impregna los fotogramas de un sentido del humor cercano al absurdo que, ocasionalmente, provoca la sonrisa. Lo que queda en el aire es si recurriendo a actores profesionales, en lugar de valerse del director y de su amigo Sergio Cotina, la cosa hubiera funcionado mejor.

Lo que sí es está fuera de duda es que con la aparición de Antonio Resines el relato adquiere un vigor y una eficacia manifiestos. Ciertamente Daniel Aguirre y Sergio Cotina, sobre todo el primero, no dan la talla como intérpretes. Esta es una cinta rodada en régimen casi de cooperativa en el que nadie, ni siquiera el propio Resines, ha cobrado ni un euro. La esperanza era que eso se compensase con los resultados futuros de la explotación de la película. El panorama, sin embargo, pinta muy pesimista, a pesar de que lo que se nos frece no es, ni mucho menos, mediocridad.