Un empeño marcado por el fracaso y por la ingenuidad que en ningún caso logra forjar las bases de un musical abiertamente femenino que trata de mostrar el triunfo de una mujer, Jerrica, y también, aunque en menor medida, de sus hermanas. Ni siquiera con el respaldo de una banda sonora muy rockera encuentra su sentido. Aburrida y previsible, con un guión concebido para adolescentes quinceañeros, todos estos defectos justifican el pésimo y solapado estreno que ha tenido en España.

El deseo de los productores de llevar a la gran pantalla una serie de televisión de la productora Hasbro que se emitió con gran éxito en los ochenta en Estados Unidos no ha tenido, desde luego, la respuesta deseada. Aunque en el resto de su filmografía el director Jon M. Chu tampoco ha cosechado, que digamos, demasiados laureles, hay que reconocer que sus incursiones en el musical, Street dance y Step up 3D, fueron algo más entonadas. Aquí, ciertamente, nunca encuentra el tono adecuado para los fotogramas.

Desde los primeros compases, en un producto que se hace interminable con sus dos horas de metraje, las cosas no llegan a funcionar. El ambiente lo crea un hogar provinciano en el que Jerrica y sus hermanas, que viven con su tía, sueñan con alcanzar un día el triunfo en los escenarios musicales. Es obvio que Jerrica es una cantante con una voz y unas cualidades evidentes que, casi por casualidad, comprueba con sorpresa cómo una de sus canciones, filmada en formato de vídeo por una de sus hermanas, se convierte en trending tropic en Twitter. No sólo eso, sino que el tema llega a los oídos de una agencia de música importante de Los Angeles que, a través de las gestiones de una de sus destacadas ejecutivas, decide tomar cartas en el asunto y proponer una sugestiva oferta profesional a la joven. La cosa concluye con un inevitable happy end, dejando la puerta abierta, eso sí, a una segunda entrega que es una amenaza con rasgos de broma pesada