Es una comedia romántica que se instala en los elementos habituales del género salvo en un aspecto que es, con mucho, su seña de distinción, concretamente el hecho de que sus dos protagonistas, incorporados por Juanjo Puigcorbé y Vicky Peña, han superado los sesenta años y viven situaciones que podrían incorporar personajes mucho más jóvenes sin perder ni la más mínima credibilidad. Es un factor destacado y a tener en cuenta que si bien no redime errores iniciales de la película antes de entrar en materia, sí le aporta una limitada dosis de frescura y espontaneidad.

Tercer largometraje para la pantalla grande de la cineasta catalana Belén Macías, tras El patio de mi cárcel y Marsella, aunque no es, por supuesto, todo lo brillante que sería de desear, estando por debajo de sus filmes previos, sí depara algún momento ameno que permite que se vaya mejorando el nivel de la cinta.

El relato, con escenario plenamente valenciano, se centra en las figuras de Carmen y Andrés y en la crisis de afecto que atraviesa el matrimonio como consecuencia de la pérdida de interés sexual que él sufre y que ella, plenamente consciente al fracasar en sus tentativas al respecto, rechaza de plano hasta el punto de que decide marcharse de casa y buscar un amante, sorprendiendo tanto al marido como a sus hijos ya adultos.

La estrategia de los celos vuelve a demostrar su efectividad. Andrés, por supuesto, no tarda en descubrir su relación e intenta de inmediato recuperar a su mujer de todos modos. Sus hijos, Santi y Lucía, también están pasando por problemas con relación al amor. La vida personal y laboral de personajes, un factor bastante menos interesante, se va complicando más, ya que todos ellos están conectados a la empresa fabricante de juguetes de la familia que atraviesa un mal momento y que está en tratos con una firma alemana para conseguir venderla.