Le falta algo de capacidad para llegar a los sentimientos del espectador, pero aun así es una película a defender y a recomendar que vierte notable luz sobre un terrible conflicto bélico, el que vivió el país africano de Sudán, dividido en Sudán del Norte y Sudán del Sur, a finales del siglo pasado y a comienzos del actual.

Se trató de un terrible genocidio que acabó con la vida de millares de personas, especialmente de mujeres y niños, masacrados por las fuerzas del estado norteño, que controlaba todo el aparato militar. El mérito especial hay que concedérselo a la guionista Margaret Nagle, que ha efectuado un buen trabajo de documentación al respecto, forjando unos personajes y unas vivencias que no son literalmente reales pero que sí están elaborados a partir de hechos verdaderos. En menor medida, pero también a resaltar, figura la labor del director canadiense Philippe Falardeau, nominado al Óscar a la mejor cinta extranjera por Profesor Lazhar, el único de sus cinco largometrajes estrenado en España.

Con el evidente reclamo de la actriz ganadora del Oscar Reese Witherspoon, por su interpretación en la película En la cuerda floja, que aparece en la pantalla cuando la proyección ha rebasado la media hora, es un hecho que la trama tiene los necesarios estímulos para que el auditorio conozca las dimensiones auténticas de un drama que, como muchos de los que tienen África como escenario, ha pasado en gran parte inadvertido para el primer mundo.

La proyección dedica toda su larga introducción a contar el durísimo y para muchos mortal desplazamiento llevado a cabo por miles de niños que, siguiendo los consejos de los adultos, emprendieron una huida a pie hacia Etiopía de casi 2000 kilómetros para escapar a una muerte segura. Lo peor es que cuando ya estaban cerca de su destino se encontraron con un país también en guerra, de forma que tuvieron que dirigirse definitivamente a Kenia. Solo más de diez años después esta situación desesperada tuvo una respuesta humanitaria.