El problema no es que sea una película fuera de contexto, un drama religioso con ingredientes propios del cine de mediados del siglo pasado, que ya es decir, sino que es inmensamente aburrida y que para llevar las cosas al lí- mite su metraje alcanza unos interminables 132 minutos.

Es muy difícil, por suerte, toparse hoy en día con un producto como éste, que nos traslada por el túnel del tiempo a épocas superadas en las que el milagro era un recurso habitual y en las que todo se solucionaba al final con un 'happy end' apoteósico.

Lo extraño, de todos modos, es que todavía tenga hueco en las pantallas un cine tan manipulado y con personajes tan falsos. Basada en la novela de William P. Young, hay que subrayar, no obstante, que en su salida a las librerías alcanzó el primer puesto de la lista de superventas del New York Times, permaneciendo en ella durante más de 70 semanas. Es más, las ventas superaron los 22 millones de ejemplares y se publicó en más de 40 países. Datos que no dejan de sorprender y que en ningún caso, por desgracia, sirven de consuelo para un espectador que apenas iniciada la proyección se sume en un tedio progresivo.

Un factor en el que influye, desde luego, la muy deficiente labor de los actores, especialmente de Sam Worthington en el papel de Mack Phillips y una desaprovechada Radha Mitchell en el de Nan, su esposa. La más entonada es la negra Octavia Spencer, que encarna a Papa.

La historia tiene como escenario clave una cabaña abandonada en el bosque que va a servir de encuentro de Mack nada menos que con Dios. Todo empieza cuando el propio Mack empieza a vivir una experiencia insólita. Angustiado por la desaparición de su hija, que ha sido secuestrada mientras se bañaba en el lago en un descuido de él, entra en un estado de desesperación total del que solo empezará a salir cuando recibe una misteriosa carta y descubre la cabaña. Es el inicio de los "prodigios" que inundan una trama que juega con el toque metafórico para arrojar un mínimo toque de credibilidad que, por cierto, jamás consigue.