Una crónica sangrienta y con brotes terribles de violencia que describe con resultados más que correctos el ascenso y la caída de dos hombres claves en el mundo del gangsterismo y de los bajos fondos londinenses de los años sesenta, los hermanosgemelos Reggie y Ronnie Kray. Aunque sehabía hecho ya una película sobre ellos y suentorno, Los Krayque vimos en 1990 con ladirección de Peter Medak y con los hermanos Gary y Martin Kemp incorporando a los protagonistas, las propias limitaciones del producto y la relevancia que tienen los hechos que enmarcan la trama aconsejaban, en efecto, rodar una cinta más rigurosa y consistente.

Algo que ha conseguido, a pesar de unos comienzos algo titubeantes, el director Brian Helgeland, que ha empleado como sostén el libro de John Pearson The profession of violence. Es más, en el que es su quinto largometraje, este es el mejor que ha realizado hasta ahora, heredando parte del legado que ya impregnaba su opera prima, Payback.

Se hizo con el Óscar como mejor guionista por su gran trabajoen L.A. Confidential.

Uno de los mayores logros de este proyecto, y el más arriesgado,es que ha contado con un único actor, TomHardy, para asumir el cometido de los dos protagonistas, los hermanos Kray, en un ejercicio de interpretación realmente vigoroso y plausible. También logra rentabilizar el hecho de que la historia esté contada porFrances Shea, la mujer de Reggie y principal y privilegiado testigo de algunos de losmomentos más crueles y trágicos protago-nizados por los hermanos. De sus labios fluye el relato de una sucesión de crímenes brutales que enmarcan la lucha por el poder a partir de la plataforma de los clubsnocturnos. La compenetración de un Reggiemás lúcido y sensato con un Ronnie paranoico y con brotes esquizofrénicos permitióque ambos forjaran un imperio y se convirtieran en los auténticos dueños de Londres