Es cierto que aporta una visión distinta y original del mundo del vampirismo, que se encauza mucho más por la vía de la comedia negra y de la parodia que por la clásica del terror y de lo morboso, que prácticamente monopoliza esta especialidad, y no lo es menos que ha sabido captar el interés del auditorio, haciéndose en cuatro festivales con el galardón del público, pero al margen de ello y de algunos brotes imaginativos al respecto ésta en una cinta sobrevalorada que no rebasa unos niveles de calidad más que discretos.

Su tendencia a exagerar hasta lo grotesco los chorros de sangre para alimentarse no deja de ser un recurso burdo y con tendencia a una innecesaria desmesura. De este modo, hay que dejar sentado que la labor de los responsables del producto, los codirectores, coguionistas y coprotagonistas, es aceptable en tanto que rompe determinados esquemas, si bien resulta del todo exagerado aludir a una trascendencia que brilla por su ausencia.

Decididos a hacer algo que escapara de lo trivial y del tópico a la hora de acercarse a los vampiros, Waititi y Clement no sólo sitúan las coordenadas geográficas del relato en las antípodas, Nueva Zelanda, sino que lo hacen en nuestros días, en un escenario en el que vemos a tres vampiros, Viago, Deacon y Vladislav, compartiendo apartamento y tratando de adaptarse por completo a las exigencias de una sociedad moderna.

Diríase, incluso, que lo que se nos muestra son estampas de una vida normal y cotidiana que solo se ve alterada por esa inevitable adicción del trío a la hemoglobina como alimento único y necesario. La novedad que brota en estos caladeros siniestros es que al convertir un compañero del sótano, Petyr, a Nick en vampiro tendrá que ponerle al día en las materias cotidianas y en las exigencias de su nueva vida eterna.

Un proceso que conlleva que ellos pongan sus chips al día. Tercer largometraje como director de Waititi, que en 2009 dirigió Boy, la cinta neozelandesa más taquillera de la historia, hay que reconocer que han efectuado una labor correcta y peculiar, si bien la cinta agota demasiado pronto su agenda renovadora y pierde capacidad de seducción y brillantez.