El cine de Pedro Almodóvar siempre ha aceptado varias lecturas y su último trabajo no es, ni muchísimo menos, una excepción. Anunciada a bombo y platillo como el ansiado regreso del cineasta a la comedia, género al que

pertenecen algunas de sus mejores obras, 'Los amantes pasajeros' se puede analizar y valorar desde distintos puntos de vista. A continuación, para estructurar mejor este análisis, lo haremos a través de tres puntos.

1 - Almodóvar y el humor.

¿Funciona 'Los amantes pasajeros' cómo comedia? Sí, a medias. Lastrada por un ritmo irregular y altibajos de un guion que, por contexto y situación, daba para mucho más, a la película le cuesta mantener un ritmo que se balancea con demasiada facilidad. Afortunadamente, cuenta con tres ases en la manga que son, sencillamente, un triunfo. Ese trío de azafatos, espléndidos Javier Cámara, Raúl Arévalo y Carlos Areces, son de las cosas más divertidas que le han pasado al cine español en unos cuantos años, unos actores en estado de gracia que funcionan como justificación total del film y, además, como tabla de salvación, bocanada de aire fresco cuando la densidad de la comedia, lo peor que puede ocurrir, acecha en el horizonte. El resto de personajes se ven contagiados por el desequilibrio del conjunto, por lo que se mezcla el logro (Cecilia Roth, Lola Dueñas, Antonio de la Torre e, incluso, Hugo Silva) y el fracaso, demostrado especialmente en la trama de Guillermo Toledo y una preciosa Blanca Suárez que hace lo que puede con un papel que podría haberse quedado, perfectamente, en la anécdota. En definitiva, una buena comedia, menos excesiva y alocada de lo que debiera y, ay, de lo que parece creerse.

2 - Almodóvar y la metáfora española.

¿Funciona 'Los amantes pasajeros' como metáfora de lo que está sucediendo en nuestro país? Sí, a medias. Todo es tan evidente, tan descarado, que sorprende ver a todas las personas que parecen haber descubierto la pólvora trazando paralelismos entre los personajes y el día a día de esta España mía, esta España nuestra. Si uno se lo plantea como un juego de semejanzas y diferencias, lo más probable es que a los diez minutos de metraje haya ganado la partida sin haberse despeinado. Y lo cierto es que Almodóvar tenía las armas para cargar y disparar contra todos, o casi todos. Cantidades industriales de ironía y sarcasmo que se quedan en la recámara ya que prefiere apostar por la ligereza, la parodia e, incluso, algo de ternura y condescendencia, amor desmedido que siempre demuestra por sus personajes pero que, en esta ocasión, podría haber servido para otorgarle una confianza lo suficientemente alta como para darles algún que otro golpe. En definitiva, una realidad tangible y nada encubierta disfrazada de metáfora sobre lo que somos, en lo que nos hemos convertido.

3 - Almodóvar y su carrera.

¿Funciona 'Los amantes pasajeros' dentro de la filmografía de Pedro Almodóvar? Sí, a medias. Ya se sabe que tras el estreno de cada una de sus películas, comienza la tarea de de evaluar y analizar si está a la altura del estatus adquirido, paraje obligatorio para los grandes, si puede suponer un punto de inflexión, etc. En esta ocasión, nos encontramos ante un film que supone un pequeño bajón después de las infravaloradísimas 'Los abrazos rotos' y 'La piel que habito', dos obras que merecen constante reivindicación. 'Los amantes pasajeros', cumple a secas, no va más allá de una historia que no llega a ninguna parte pero que, por el camino, deja grandes momentos, algunos antológicos (ese número musical) , otros carentes de todo sentido (los protagonizados por Miguel Ángel Silvestre y Laya Martí) y excesos gratuitos, como esos minutos de desenfreno sexual que poco, más allá del surrealismo, aportan a una película que uno abandona con la sensación de que le habría gustado amarla más o, dado el caso, odiarla más. Se encuentra comodidad cuando se quería devoción. Al final, si a los amantes les quitas la pasión, es lo que te queda. Un buen rato. Y fin.