Sus imágenes del multitudinario éxodo de millones de personas andando por las carreteras del país vecino, huyendo de los bombardeos de la aviación nazi y en busca de la supuesta tranquilidad del Sur son a la vez terribles y emotivas y forman parte del recuerdo más vivo que los franceses tienen de la segunda guerra mundial.

Fue a partir de estos hechos de los que surgió esta película que el director Christian Carion ha realizado como homenaje entrañable a su madre, que le contaba asiduamente en cada importante reunión familiar estos acontecimientos que ella vivió in situ. Es más, la cinta fue el regalo que le hizo al cumplir los 90 años. Y con ello lograba hacer realidad un deseo almacenado en su interior que por fin cobró vida en los fotogramas.

Era, en efecto, mayo de 1940, un año después de la entrada de Francia en la contienda, y buena parte de la población del norte del país, aterrorizada por los ataques de la aviación alemana y del creciente número de víctimas que originaban los mismos, ha optado por buscar la seguridad, aunque ello suponga abandonar todas sus propiedades y salir prácticamente con lo puesto.

En el seno de esta muchedumbre figuran los ciudadanos de la localidad de Arras y entre ellos adquieren relevancia singular una serie de personajes que son los que han llamado la atención de Carion. Se trata en esencia de un niño alemán que no es plenamente consciente de lo que está pasando y cuyo padre, contrario al régimen nazi, acaba siendo encarcelado por haberse declarado de nacionalidad francesa y de un soldado escocés que busca la forma de llegar a su país. El alemán y el británico se unen en la delicada y peligrosa empresa del buscar al hijo del primero.

Con los recuerdos de su madre y un intenso material periodístico, recogido de los testimonios de muchos voluntarios que también sufrieron los horrores de la guerra y que aportaron sus experiencias personales.