La comedia argentina en su pura esencia. No es un título demasiado relevante en el género, pero tiene momentos inspirados y sumamente divertidos que demuestran la habilidad con que los cineastas del país se mueven en estas coordenadas que tan bien saben perfilar.

El director, Juan Taratuto, responsable de una corta pero interesante filmografía de seis títulos, en la que destacan ‘No sos vos, soy yo’ y ‘Quién dice que es fácil’, transita con soltura por sus dominios con estimables resultados. Es cierto que no logra evitar algunos altibajos, pero la película deja finalmente un agradable sabor de boca.

Gran parte de sus aciertos hay que atribuirlos también a la pareja protagonista, dos espléndidos actores, Adrián Suar y Valeria Bertuccelli, que curiosamente ya fueron pareja en otra cinta previa del director, Un novio para mi mujer, rodada en 2008.

Con un título que causó polémica en Argentina y que Taratuto dudó en cambiar, aunque a la postre se reafirmó en él al contener dos términos esenciales, el punto de vista de uno de los personajes y el que remita de inmediato a la comedia, la película nos lleva al mundo del cine de la mano de dos actores antagónicos.

Él, Fabián Brando, es engreído, soberbio y ególatra, en tanto que ella, Florencia Cornick, es todo lo contrario, un ser humilde que sabe el terreno que pisa. Lo sorprendente es que acaben enamorándose y hasta contrayendo matrimonio. Algo que no tarda en entrar en grave crisis al escuchar él unos comentarios de ella a sus amigas en los que revela que no puede soportarlo.

Es en esta situación que la cinta experimenta un giro considerable y brillante, planteando el hecho de que una mujer pueda enamorarse de un personaje, que es fruto de una estrategia de Fabián más que inesperada y muy ingeniosa, que cogerá en fuera de juego a su mujer.

A la correcta realización del director, que mueve con pericia las piezas del tablero con control de todos los resortes, hay que unir la interpretación de los dos protagonistas que desempeñan un trabajo magnífico en el que los gestos, los ademanes y sus diálogos contribuyen a que se vayan superando unos defectos que dañan parte del comienzo.