Por encima de una biografía, que lo es, pero que adolece de una exagerada pintura del personaje, es una exaltación de las virtudes humanas y profesionales de la protagonista. Una india nativa que se abrió camino por lugares totalmente ajenos a su pueblo, la nación de los indios Chickasaw, hasta convertirse en una destacada actriz que triunfó en Broadway y que fue recibida en las esferas más prestigiosas del teatro europeo y de la cultura de su país, incluyendo el presidente Roosevelt.

Lo más discutible de la cinta es que es demasiado blanda y con tendencia a mitificar los hechos que se muestran. Por ello, la historia de Mary Thompson Fisher, que usó entre su pueblo el nombre Te Ata, adquiere el formato típico de un miembro de una minoría étnica que gracias a sus dotes creativas, a su encanto personal y a un increíble afán de superación se convierte en un modelo para todo su pueblo, en la interlocutora del mismo y en la más ardiente defensora de las raíces de una comunidad, la de los indios nativos de Chickasaw. Así consiguió abrirse paso en Estados Unidos antes de ser víctima de la discriminación. Algo parecido a un cuento de hadas.

La película hace especial hincapié al periodo en el que Te Ata va derrumbando las barreras que se le resisten, especialmente las que tienen que ver con su acceso a la universidad, algo casi imposible en su país si no va acompañado de un expediente extraordinario o del apoyo de personalidades influyentes. Pues bien, esta india nativa conseguirá abrirse paso y demostrar que su lucha no es solo por hacer valer su dignidad, también por defender la causa de un pueblo habitualmente marginado y víctima en muchos casos del racismo.

No sólo fue la primera de su raza que se hizo un hueco en Broadway, convirtiéndose en una gran actriz teatral y cinematográfica, sino que fomentó la vertiente más humana y digna de una minoría no blanca que sufrió los estragos del racismo.