Se puede definir, aunque esté ligeramente por encima, como el resto de la filmografía de la directora catalana María Ripoll, es decir como una comedia con momentos divertidos y brillantes algo afectada por ligeros altibajos que va mejorando a medida que avanza la proyección. Se deja sentir que esa circunstancia es consecuencia de la más que eficaz compenetración de los actores con la directora, especialmente en el caso de Verónica Echegui, que lleva el mayor peso en este aspecto, y de una parte final que, a pesar de no romper las normas sagradas del género, resulta bastante eficaz. Por lo menos no se trata de un desenlace impostado y hasta podría hablarse de una mínima coherencia. La adaptación, en suma, que se ha efectuado de la novela de Laura Norton merece el aprobado.

El karma, en efecto, de Sara, una muchacha imaginativa entregada a crear complementos con plumas de aves, no es como para echar cohetes. Primero la deja, al menos por un año, su novio Roberto, que se ha marchado a Francia como consecuencia de la crisis y con el afán de lograr mejorar su situación. Además, su hermana Lu aparece un día por su casa con el novio con el que va a casarse, que no es otro que Aaron, un rockero que suscita pasión entre sus fans, que fue su amor platónico en el instituto. Y por si no fuera suficiente, sus padres han decidido separarse y no precisamente con los mejores modales.

Es complicado ante un panorama semejante mantener la cordura y un mínimo de optimismo. A pesar de que algunas situaciones no están aprovechadas al máximo, como las del zoológico, y que hay momentos un tanto desvaídos, las cosas se enderezan hasta lograr que la sonrisa no se convierta en un invitado ajeno a lo que estamos viendo. Por eso hay que valorar el esfuerzo económico y logístico que ha supuesto rodar en China una breves pero destacadas secuencias. Por otra parte, los personajes acaban definiéndose de cara a una solución que es la más lógica y obligada a tenor de cómo están las cosas. Algo que, por último, revitaliza el relato hasta desterrar, por lo menos, el aburrimiento.