Es una pura especulación efectuada a partir de un hecho real y por eso hay que considerarla como una ficción imaginaria que, eso sí, no está exenta de detalles curiosos a la vez que denota una estimulante recreación del ambiente que pretende mostrar, que no es otro que el que había en el Londres de la noche del 8 de mayo de 1945, solo unos momentos después del fin de la segunda guerra mundial y de la consiguiente victoria de Europa.

Especialista en adaptar textos vinculados a las clases sociales privilegiadas, como lo demuestran La joven Jane Austen y Retorno a Brideshead, el director Julian Jarrold ha conseguido captar el clima de euforia colectiva que reinaba en la capital británica en sus lugares más emblemáticos, desde Trafalgar Square hasta los alrededores del palacio de Buckingham y Picadilly Circus.

Menos interesante, aunque hay momentos deliciosos, es la caracterización de los personajes, especialmente de las princesas Isabel y Margarita, que llevan las riendas del relato. Es más, la actriz canadiense Sarah Gadon convierte a la futura reina en una joven encantadora. Como es lógico, el relato transcurre en apenas unas horas, concretamente desde que la gente de Londres sale en masa a las calles tras escuchar las palabras de Churchill anunciando el final de una pesadilla, instantes plasmados en una imágenes documentales de la época, hasta que la dos jóvenes princesas, Isabel de 19 años y Margarita de solo 14, regresan al Palacio después de haber pasado unas horas de incógnito entre la muchedumbre.

Lo más sorprendente es que pudieran conseguir el visto bueno de sus padres, el Rey Jorge y la reina, muy reacios en principio a un asunto que despertaba en ellos una cierta inquietud. Por eso solo lo consintieron si iban tuteladas por dos oficiales del ejército. El problema para sus padres es que lograron desembarazarse de ellos y moverse con entera autonomía. En esas horas la cámara se fija especialmente en Isabel y abre paso a un romance tan ingenuo como de escasa credibilidad.