Es mucho más que una denuncia sobre la violencia de género, aunque en este aspecto no sólo es intachable sino elocuente y ejemplar, ya que convierte al espectador en compañero de viaje de una mujer que ha huido de su casa con su hijo de 7 años después de recibir una brutal paliza de su marido y lo hace partícipe de buena parte de sus angustias y sus lógicos y terribles miedos. Una excelente muestra del mejor y último cine argentino, un país en el que el tema de los malos tratos a las mujeres por parte de sus parejas ha adquirido también en los últimos tiempos una dimensión más que considerable.

Es el cuarto largometraje de Diego Lerman, un realizador cuyo mejor trabajo hasta ahora era La mirada invisible, que dirigió en 2010. Hugo de Plata, Premio Especial del Jurado en el Festival de Chicago y presentada a concurso en la Quincena de los Realizadores de Cannes, es una de esas cintas que impresionan y conmueven. Con el contundente e impecable trabajo del director y una gran interpretación de Julieta Díaz, a la que veíamos recientemente en Corazón de león, se perfilan de forma inmejorable los aspectos esenciales de la película, plenamente enraizada en la realidad de Buenos Aires pero con soluciones que traspasan todas las fronteras.

De este modo, el proceso que sigue Laura, una madre de un niño de 7 años, Matías, que acaba de confirmar que está de nuevo embarazada, adquiere su mejor y más gráfica dimensión desde el mismo momento en que su hijo, al regresar de una fiesta de cumpleaños, la encuentra en el suelo, sin sentido y sangrando. Nada más volver en sí tiene claro que debe escapar de su infierno particular con Matías y alejarse de un marido que no tiene más lenguaje que la violencia en su más tremenda expresión, para lo cual contacta con una organización de mujeres maltratadas.

El panorama que se va mostrando es tan insuficiente y precario, casi a niveles del tercer mundo, que enseña a las claras que Laura carece de la más mínima seguridad y que su hijo no puede tampoco pagar las consecuencias de un ser despreciable, que se apoya solamente en las amenazas y en las agresiones. Su huida, realmente angustiosa y plasmada con una precisión narrativa soberbia, no ofrece más alternativas, por desgracia, débiles porque están desnudos de protección oficial.