Saca a la luz uno de los periodos más funestos de la historia del cine norteamericano, con enormes repercusiones en el plano político, y lo hace con precisión y rigor, entrando a fondo en los detalles de la misma y revelando las terribles consecuencias que acarreó en el plano personal al guionista Dalton Trumbo y a su familia.

Es la crónica real de la denominada Lista Negra de Hollywood, que se desarrolló en la década de los cuarenta y de los cincuenta fruto del clima de histeria colectiva que originó una supuesta infiltración comunista en la sociedad estadounidense. Una etapa ciertamente funesta que motivó la aparición del Comité de Actividades Antiamericanas y que llevó a la cárcel, acusados de desacato al Congreso, a numerosos y notables cineastas que se vieron privados de sus derechos más sagrados, el del trabajo y el de la libertad de conciencia.

Convertido muy a su pesar en uno de esos diez miembros de la Lista Negra, el guionista Dalton Trumbo, incorporado por un soberbio Bryan Cranston que fue nominado al Oscar, se verá de la noche a la mañana declarando ante el Congreso y, a tenor de su actitud, enviado a prisión simplemente por afiliarse al Partido Comunista en 1943.

Es más, a partir de ese momento fue despedido de todos los estudios y para poder subsistir no tuvo más remedio que firmar guiones de serie b con seudónimo. En un entorno semejante, en el que sufrió las iras reaccionarias de una periodista despreciable como Hedda Hooper, la película hace hincapié en la lucha que él y otros colegas que pasaron por idéntico calvario llevaron a cabo para no traicionar sus principios y no delatar a sus compañeros.

Naturalmente, la respuesta fue distinta en muchos casos y algunos de ellos claudicaron ante la presión. Desde que el fascismo se abre camino en la Meca del Cine hasta que Trumbo pudo por fin firmar con su nombre en 1960, gracias a las gestiones de Kirk Douglas y Otto Preminger, las películas Espartaco y Exodo, son casi veinte años de una horrible pesadilla.