Una agradable y sorprendente muestra de un cine brasileño casi desconocido en España que ilustra a la perfección, con objetividad y precisión, sobre las normas sociales que rigen en el país, inalterables desde hace décadas y especialmente vinculadas a las niñeras que se encargan de cuidar a los pequeños, una tarea muy poco considerada.

Diseña con tanta naturalidad este escenario que constituye un verdadero tratado al respecto. La ha dirigido la también guionista Anna Muylaert. Es su mejor trabajo y se hizo con el Premio del Público en el Festival de Berlín y con el del Jurado en Sundance. No sorprende que haya impactado en su país porque revela una verdad que se suele mantener oculta y que denota las contradicciones y los valores que se imponen en una sociedad altamente jerarquizada.

Lo que pone sobre la mesa es el poco valor que se da en este ámbito al cuidado de unos pequeños que suelen robar demasiado tiempo a los adultos en funciones nimias y devaluadas. Lo vemos a través de la experiencia de Val, una mujer que está entregada desde hace trece años a la atención de una rica familia de Sao Paulo.

En esa tarea vierte la enorme experiencia que la cineasta adquirió cuando veinte años atrás dio a luz a una hija. Es un esquema en el que se dan cita los prejuicios de una clase privilegiada que, ha convertido aparentemente a la niñera en un miembro más de la familia, pero que conserva en su seno la evidencia de que en el país sigue rigiendo una drástica segregación al respecto.

El discurso se hace más rotundo aun cuando la hija de Val, Jessica, a la que no ve desde que tuvo que abandonarla para lograr integrarse en un clan que le aseguraba estabilidad económica, se presenta ante ella antes de ingresar en la universidad. Es la ocasión para Val de pagar unas deudas morales que le han llenado de remordimiento.

Naturalmente, la familia rica acepta dar cobijo a Jessica, demostrando su «generosidad», pero el mayor problema vendrá no sólo de esa circunstancia engañosa, también del hecho de que la joven rompe los esquemas inmutables de su clase con un comportamiento inadecuado que molesta de forma inequívoca a su madre, que ha asumido plenamente su servidumbre y que deja huella en los propios señores, alguno de cuyos representantes son claros depredadores sexuales.