Penetra en el universo íntimo y profesional de una actriz madura y lo hace con unas dosis de autenticidad y realismo considerables, permitiendo que el espectador conozca los entresijos de una mujer que se encuentra en ese periodo de la vida en el que asoman los primeros pero elocuentes signos de decadencia física que provocan también síntomas de una crisis inevitable.

Con ese privilegio como logro, la cinta del director galo Olivier Assayas, que formó parte de la sección oficial del Festival de Cannes, desprende unas virtudes que no pasan inadvertidas y que justifican en buena medida la acogida de la crítica. No obstante, su trabajo presenta un punto flaco que lamina algunos aspectos fundamentales, concretamente la poca intensidad de los sentimientos de los personajes, que no llegan a volcar en la pantalla los auténticos rasgos de una humanidad casi siempre ausente.

El autor de títulos tan interesantes como Finales de agosto, principios de septiembre, Las horas del verano y Después de mayo, que forman parte de lo mejor de su elaborada filmografía, deja entrever aquí los efectos de una carencia. De todas formas, este déficit en el plano dramático no sólo no es definitivo, sino que está en alguna medida conjugado por la espléndida actuación de las dos protagonistas, la francesa Juliette Binoche y la norteamericana Kristen Stewart.

A partir de un hecho relevante en su carrera, el que se disponga a rodar más de veinte años después la secuela de La serpiente de Maloja, que fue la cinta que la hizo famosa, somos testigos privilegiados de la intensa dedicación a su delicado proyecto de una Maria Enders que se traslada con su ayudante Valentine, una joven que controla todas sus necesidades y algo más, a una preciosa zona de Suiza para asistir a un acto de re conocimiento internacional a su verdadero descubridor.

La fatalidad quiere, sin embargo, que en el trayecto conozca la noticia de que ese hombre se ha suicidado y lo que tenía que ser una fiesta se convierte en un homenaje póstumo. De este modo y aunque los acontecimientos cambian radicalmente de sentido, los planes no se alteran y en esa tesitura trágica y en el marco de un escenario paisajístico maravilloso las dos protagonistas desnudan algo más que sus cuerpos.