Ricardo Darín se ha unido a la lista de actores que sacan las uñas contra los gobernantes de turno. Su críticas a la presidenta Cristina Fernández, sazonadas con una agria petición de que explique su enriquecimiento personal, han levantado una polvareda en tierras argentinas después de que la víctima de sus dardos respondiera abruptamente con una carta que tiene mucho de fan despechada por el ataque de su ídolo.

El caso de Darín coincide en el tiempo con otro que ha hecho correr ríos de tinta, aunque por motivos muy diferentes. El francés Gérard Depardieu decidió convertirse en "exiliado" fiscal por los severos impuestos con los que el Gobierno de François Hollande intenta que las mayores fortunas de Francia contribuyan a combatir la crisis.

Depardieu no sólo quiere irse a vivir a Bélgica para disfrutar de sus amables impuestos, también decidió renunciar a la nacionalidad francesa (un gesto de cara a la galería de dudosa eficacia) y aceptar al pasaporte ruso que le concedió amablemente el presidente Putin, de quien se ha declarado ferviente admirador. También el exmito erótico Brigitte Bardot amenazó con seguir los pasos de su colega, pero en este caso por razones motivadas por su militante defensa de los animales.

Durante la campaña presidencial estadounidense, Clint Eastwood, cuyas convicciones conservadoras nunca ha ocultado, se convirtió en inesperado protagonista de la convención republicana al aparecer como invitado sorpresa del candidato Mitt Romney e interpretar un agrio sketch en el que interpelaba con acritud a un invisible Barack Obama "sentado" en una silla situada a su lado.

En el bando contrario, George Clooney no sólo muestra su compromiso político con las películas que dirige, sino que toma parte activamente en campañas destinadas a concienciar a la sociedad sobre algunas de las lacras que llenan de dolor e injusticia a la población más indefensa, hasta el punto de haber sido esposado por manifestarse frente a la Embajada de Sudán.

Clooney no es de los que se mojan políticamente de pascuas a ramos, o que se limitan a apoyar económicamente al candidato demócrata de turno, como no lo son tampoco Sean Penn, Edward 'Lou Grant' Asner o Martin Sheen, presencias habituales en manifestaciones de protesta contra gobiernos propios o extranjeros, o, en el caso de Penn, defensor a ultranza de dirigentes populistas como Hugo Chávez, devoción ésta que comparte con Oliver Stone.

Menos activas en el bando demócrata son artistas simpatizantes como Scarlett Johansson, Natalie Portman o Kerry Washington, nada que ver con el entusiasmo de Eva Longoria, una actriz de origen asturiano que se involucró tanto en la campaña de Obama que éste la acabó fichando para codirigir su toma de posesión.

Eastwood, que además fue alcalde hace años en la población de Carmel, es de los pocos seguidores del Partido Republicano que se animan a tomar cartas en el asunto político. Sus colegas Bruce Willis, Jon Voight, Sylvester Stallone o Gary Sinise no ocultan sus ideas pero sin tanta intensidad y frecuencia. Y sólo Arnold Schwarzeneger se animó a dar el salto a la política como gobernador de California, con resultados más bien desastrosos.

Mientras fueron matrimonio, Susan Sarandon y Tim Robbins unieron fuerzas rebeldes. En 1993 salieron juntos al escenario de los Oscar y Robbins se fue por la tangente para denunciar el encierro de un grupo de refugiados haitianos, portadores del VIH, en Guantánamo. Los haitianos quedaron en libertad, pero Robbins y Sarandon no volvieron a los Oscar en dos años. Y eso que la protesta iba dirigida contra el gabinete Clinton...

Por tierras españolas, la saga de los Bardem siempre se ha mostrado muy bulliciosa a la hora de declarar su descontento con la clase dirigente en público, especialmente cuando José María Aznar decidió que España participara en la guerra contra Irak. La madre, Pilar, es habitual de manifestaciones y manifiestos, y su hijo Javier no suele morderse la lengua cuando se trata de dar su opinión, como hizo al presentar 'Skyfall' en Madrid, lanzando andanadas contra el Gobierno del PP.