¿De qué trata esta ´Babel´, que la publicidad define como "un thriller de amor, sexo y desengaño"? ¿Es una reflexión sobre la crisis de los cuarenta?

Habla sobre todo de parejas de largo recorrido, de parejas que han perdido la capacidad de comunicarse. Al margen de los cuarenta o no cuarenta, también habla un poco de esa insatisfacción permanente que acompaña al ser humano. Como que siempre anhelamos algo que está fuera, que creemos que está en otro lugar. Sobre todo el tema de la incomunicación, esa dificultad de abrirnos realmente en profundidad con las personas que tenemos cerca. Cómo a veces nos resulta incluso más sencillo sincerarnos con alguien que acabamos de conocer una noche en un bar que con nuestras propias parejas.

Parece como si la situación de crisis actual se trasladara al ámbito personal, con dudas, inseguridades y replanteamientos.

Eso es algo que acompaña al ser humano desde que lo es. Nos acompaña y forma un poco parte de nuestra idiosincracia, esa soledad, esa necesidad de estar un poco acompañados, de compartir el camino con alguien, pero al mismo tiempo esa dificultad para conectar con esas personas que nos acompañan en el camino.

Usted fue una de las protagonistas de ´Maktub´. ¿Qué le aportó esa película?

Me dio mucha emoción, sobre todo teniendo en cuenta que la película está basada en una historia real, en un chaval de carne y hueso. Todo lo que puso en el filme el director Paco Arango, el compromiso con su fundación y su contacto permanente y diario con familias que están padeciendo la situación de una enfermedad como esa, sobre todo cuando ataca a un niño, que es mucho más difícil de digerir y de sobrellevar. Esa película tiene que ver con que perdemos de vista lo fundamental, lo urgente no te deja ver lo importante, y de repente la sacudida te viene del lugar menos esperado. En el caso de Maktub viene de un chaval que de repente le abre los ojos al protagonista y supone un revulsivo en esa familia, que está un poco perdida, que teniéndolo todo parece que no tiene nada.

Candela Peña afirmó en la ceremonia de los Goya que lleva tres años sin trabajar. ¿Tan mal están las cosas para los actores ahora mismo en España?

Sí lo están. El público tiene una idea distorsionada de lo que somos los actores. Candela Peña lleva tres años sin trabajar, hace un trabajo de tres días con un sueldo de tres días, en una película que le reporta de pronto un reconocimiento y una visibilidad espectaculares. Pero la realidad de ella como ciudadana que se levanta, trabaja y tiene una familia, es que todo eso está muy bonito y es una gran satisfacción personal, pero no se hacen películas, cada vez es más difícil levantar un proyecto de teatro, hacer giras... Nos han subido el IVA a un 21% y la cultura ya no es una cuestión de Estado, como deberían también serlo la sanidad, la ciencia, la investigación y la educación. Esa es la realidad de nuestro día a día. Luego hay algunos que son unos privilegiados, entre los que me cuento, que tenemos la suerte de trabajar con frecuencia.

Yo, además, he hecho teatro desde el principio, así que aunque no haga cine - que no lo hago desde Maktub, hace dos años, y no porque no quiera - tengo la ventana del teatro. Pero también con muchas dificultades, porque las circunstancias están empeorando a marchas forzadas.

La gala de los Goya fue, para algunos, demasiado reivindicativa. ¿Qué opinión le merece el tono del espectáculo?

Me siento muy orgullosa de mis compañeros. Hubiera sido muy frívolo y me hubiera decepcionado profundamente que una gala como la de los Goya no reflejara el sentir popular y lo que está pasando en la calle. Las circunstancias ya nos superan. No sabes ya, abres el periódico o pones la televisión y cada día se van sumando nuevos disgustos, nuevas decepciones. Hicieron lo que tenían que hacer, el cine es un reflejo de lo que nos pasa en la vida. Es espectáculo y entretenimiento, pero sobre todo es un espejo de la realidad. Así lo demuestran muchas películas que vemos constantemente. Es lógico que los que nos dedicamos a hacer cine o teatro hagamos extensivo ese compromiso que tenemos con las historias que contamos a una gala de los Goya.

La crisis del cine español afecta no sólo a actores y directores, hay todo un elenco de profesionales de primer nivel, como por ejemplo Paco Delgado, que se ven afectados por lo que parece ser un paulatino desmantelamiento de la industria.

La gente nos ve a los actores, que además nos ponemos para la gala un traje que es prestado, pues como la carroza de la Cenicienta, que a la una se convierte en calabaza y hay que devolverlo, junto con las joyas también. Pocos, poquísimos, se pueden permitir comprar-se un traje así. Lo más visible somos los actores, pero hay todo un entramado que va desde el diseñador de vestuario al señor que empuja la grúa, el que hace el catering, el transportista que lleva el material en los camiones, y así una lista infinita de oficios que están vinculados y que permiten que se puedan hacer películas y que se pueda hacer teatro. A muchos de estos señores no les dan un Goya nunca, a algunos sí, pero con eso no se come. Se nos ha demonizado mucho, pero creo que es injusto porque detrás y a nuestro lado hay muchas familias que viven de esto. En Francia la cultura es una cuestión de Estado; aquí no lo es.

Lo que parece que va bien todavía son las series de televisión, con una gran aceptación que demuestra que los españoles sí tienen ganas de ver a sus actores y disfrutar de historias cercanas a sus vivencias.

Afortunadamente sí. Tengo la suerte de empezar una serie el próximo mes de mayo, que se llamará Galerías Velvet, para Antena 3, y es una serie que promete estar muy bien, ambientada en los años sesenta, un poco como lo que eran entonces Galerías Preciados y El Corte Inglés.

Y luego queda el teatro, en una importante línea creativa que parece desafiar las estrecheces de los presupuestos y las fiscalidades excesivas con las que se le está castigando.

Estamos viviendo como una edad de oro en el teatro en cuanto a oferta y creatividad. Surgen directores jóvenes nuevos, hay muchísimo talento y muchísima variedad, mucha oferta, pero sin embargo una vez más la realidad nos es adversa. Se están siguiendo políticas absolutamente nefastas, que van cerrando cada vez más puertas. Las giras que antes se hacían ya no se pueden llevar a cabo porque difícilmente se puede ir a taquilla en la mayoría de las plazas. No se pueden acometer espectáculos con repartos que superan los cuatro o cinco actores. Antes había una red de teatros públicos que contaban con unos presupuestos que posibilitaban hacer estas giras y que las compañías pudieran moverse por todo el territorio.