¿Qué habría sido de 'Vacaciones en Roma' si hubiese tenido como princesa a Elizabeth Taylor y a Cary Grant como periodista en vez de quienes les sustituyeron, Audrey Hepburn y Gregory Peck? ¿Y si su director fuera Frank Capra en vez de William Wyler?.

Ahora que se cumplen sesenta años del estreno mundial en Nueva York de un clásico como 'Vacaciones en Roma', conviene recordar que la perfecta química entre Hepburn y Peck y la deliciosa aproximación al romance del maestro del melodrama William Wyler, se encontraron prácticamente por descarte en esa ciudad donde la Paramount quería rodar por el simple hecho de que tenía material que se había quedado en Europa tras la Segunda Guerra Mundial.

Cuando se planteó el proyecto en 1948, Capra estaba todavía bajo el éxito de su fábula 'Qué bello es vivir' y tenía ganas de hacer una comedia menos mística. La última, 'Arsénico por compasión', le había dejado también con ganas de repetir con su protagonista, Cary Grant, y ¿qué mejor princesa que esa actriz que acababa de superar con éxito la adolescencia llamada Elizabeth Taylor?

Los problemas empezaron a surgir cuando Capra, adalid del cine de buenas intenciones que defendía la democracia estadounidense, no quiso que se le vinculara a una película escrita por Dalton Trumbo, uno de los guionistas en la lista negra de la "caza de brujas" del senador Joseph McCarthy por su perfil comunista.

Tampoco ayudó el presupuesto que Paramount había destinado a la producción, que se rodaría en blanco y negro y que, en realidad, respondía a su necesidad de reutilizar algunos el material que la compañía tenía en Roma. Hasta entonces, ninguna película de Hollywood se había rodado enteramente en Italia pero, en esta ocasión, podía resultar económicamente conveniente.

Así las cosas, Capra renunció y otro gran director, George Stevens, retomó el proyecto, pero no tardó en salir del mismo, llevándose también consigo a Elizabeth Taylor para rodar una obra maestra, 'Un lugar en el sol', por la que ganaría el Óscar. Eso sí: Taylor tenía a la ciudad eterna tatuada en el destino y acabaría rodando allí 'Cleopatra' diez años después, conociendo al amor-desamor de su vida, Richard Burton.

Por fin llegó William Wyler, el maestro de los melodramas de los años treinta y cuarenta, como 'La carta' y 'La loba', con Bette Davis, que quería probar con la comedia ligera y trabajar con Cary Grant.

En principio pensó en emparejarlo con Jean Simmons, una de sus actrices favoritas, pero las agendas no cuadraron, y para cuando descubrió el potencial de esa desconocida llamada Audrey Hepburn en una audición en Londres, fue el propio Grant el que se sintió demasiado mayor para compartir cartel con ella y puso fin a su vinculación con ese filme que parecía condenado a ser nonato.

Curiosamente, también diez años después ambos sí formaron pareja romántica en 'Charada', tras la que Grant la calificaría como su mejor pareja cinematográfica, por encima de la otra Hepburn, Katharine, o Ingrid Bergman.

Sin rostro masculino con el que levantar el proyecto, William Wyler pensó en Gregory Peck, quien como él tampoco era un experto en comedias y tenía ganas de probar suerte en este género, especialmente en un momento en el que su vida no estaba muy alegre: se acababa de separar de su esposa, Greta Kukkonen.

Y así llegaron a Roma la novata Hepburn, un Peck en horas bajas -quien, no en vano, llegó a decir que todos los guiones cómicos que le llegaban tenían las huellas dactilares de Cary Grant- y el otrora solemne Wyler. Con un millón y medio de dólares de presupuesto y una Vespa para pasear entre monumentos el amor puntual entre una princesa y un periodista.

Cuando terminaron de rodar, Peck pidió que Audrey Hepburn fuera delante de él en los títulos de crédito, porque consideró que sería toda una estrella, y no se equivocó.

La actriz ganó el Óscar por su inmortal interpretación y volvería a trabajar con Wyler en 'La calumnia'; Peck conoció a la que sería su segunda esposa, Veronique Passani, con la que pasaría el resto de sus días, y protagonizó otras grandes comedias, como 'Mi desconfiada esposa', y Wyler perdió el miedo a otros géneros, hasta el punto de ganar su tercer Óscar por la bíblica 'Ben Hur'.

La peor parte se la llevó Dalton Trumbo, cuyo nombre fue eliminado de la ficha técnica del filme y vio cómo el Óscar se lo llevaba su amigo Ian McLellan Hunter, que asumió la autoría. No fue hasta 2002, con la edición restaurada, que el agravio fue corregido y su nombre volvió a figurar en los títulos de crédito de ese clásico de la comedia romántica llamado 'Vacaciones en Roma'.