La Berlinale tuvo este sábado una jornada redonda, en la que los hermanos Paolo y Vittorio Taviani impactaron con "Cesare deve morire", un Shakespeare trasladado a la cárcel, mientras Angelina Jolie acaparaba flashes en su debut como directora.

Los Taviani, en la sección a competición, y Jolie, que exhibió "In The Land Of Blood And Honey", ofrecieron una de esas jornadas redondas para un festival, en cuanto a buen cine, por un lado, y estrellato, por el otro.

La presencia de Jolie en Berlín había sido "detectada" por los medios el miércoles, un día antes de abrirse el festival, y desde entonces su nombre estaba en titulares, fuera por las especulaciones sobre un nuevo embarazo -y de gemelos- o por motivos políticos, al ser recibida por el ministro de Exteriores, Guido Westerwelle.

Finalmente este sábado apareció, deslumbrante como siempre, aunque con un toque de sencillez, para presentarse en su versión de cineasta comprometida, en su debut como directora al frente de una historia de amor imposible en plena guerra de los Balcanes.

La película refleja "una pequeña parte de lo que fue la guerra", apuntó Jolie, decidida a hablar ante la abarrotada sala de prensa solo del filme que la llevó a Berlín y no de su vida privada.

"Esto no es un documental, es una interpretación (de lo que fue el conflicto). Hay muchas historias diferentes que contar de esta guerra y muchas versiones diferentes", afirmó.

Su objetivo, aseguró, era "contar esta historia", la de las mujeres víctimas de abusos y violaciones en el contexto de un conflicto armado, porque, afirmó, se sabe muy poco de esta guerra.

La realizadora novel se defendió de las críticas relativas a una visión unilateral del conflicto y señaló que "claro que hubo mujeres violadas en todos los bandos".

"Todos hemos aprendido de todos y nos hemos hecho amigos. Ha sido un privilegio" trabajar con ellos, dijo Jolie al hablar de las personas implicadas en este proyecto, algunas de las cuales vivieron la guerra de los Balcanes en primera persona.

Jolie presentó así su debut como directora, en una película en la que ha invertido, además de financiación, mucho empeño y energía.

A la actriz se la recibió como una debutante de lujo, aunque la película del día, en términos cinematográficos, fue la de los Taviani, una de las 18 aspirantes al Oso.

Los Taviani recrean ahí el complot contra César, el emperador devenido en tirano, parcialmente en blanco y negro y escenificado por presos de una cárcel de alta seguridad romana.

"Shakespeare es para nosotros el padre, el hijo y el hermano. Un genio. Lo que dijo en vida sigue siendo vigente hoy", sentenció Paolo Taviani, a la pregunta de si la idea del complot para liquidar al tirano era trasladable a la Italia -y al mundo- de hoy.

Sobre el texto conocido -y frente a los recelos de quienes temían otra inmersión fallida del cine en Shakespeare-, los Taviani se ganaron al festival desde prácticamente el primer minuto de filme.

Los presos convertidos en actores -es decir, presidiarios reales, desde traficantes de droga a camorristas-, como parte de un proyecto de rehabilitación, triunfaron sin paliativos.

Desde el casting inicial -"Juan Bonetti, nacido en Buenos Aires, Argentina, el 16.09.1971", dice el primer preso, en versión llanto o iracundo, por imperativo del guion- la Berlinale adoró el filme.

Imposible no quedar cautivado por todos los presos-actores, de personalidad impagable y con un potencial escénico irresistible.

Compartieron jornada con los Taviani "Barbara", del alemán Christian Petzold, y "Dictado", del español Antonio Chavarrías.

El filme del realizador español acudía como una producción algo insólita en una sección oficial de un festival como el berlinés, por estar englobada en el género del "thriller psicológico".

Chavarrías dirige ahí con maestría a Mágica Pérez -la niña-, Juan Diego Botto y Bárbara Lennie, a través de un argumento propio del género.

Petzold -el primer representante del cine anfitrión de los tres previstos- concursó con "Barbara", apuntalada en la glacial Nina Hoss, tan habitual de la Berlinale como el mismo director.

Se trata de una película muy alemana, que transcurre en la extinta Alemania comunista, donde todo ciudadano era observado hasta su intimidad más profunda por la policía política, la Stasi.

Eran tiempos en que médicos y enfermeras fumaban en la cantina y en el laboratorio de cualquier hospital, porque esa especie de libertad individual no estaba prohibida, pero donde cualquier paso en falso podía llevarle a uno a un campo de socialización.