Jude Law y Colin Firth se adentran en el universo del escritor estadounidense Thomas Wolfe y su editor, Max Perkins, en "El editor de libros", una película que describe la relación entre estos dos hombres casi como una "aventura amorosa".

"Era como una aventura amorosa, pero sin sexo", ha explicado a Efe su director, Michael Grandage, que ha llevado al cine la biografía sobre Max Perkins del ganador del Pulitzer A. Scott Berg, con la ayuda de John Logan ("El Aviador", "Gladiator") en el guión.

Perkins fue el descubridor de grandes novelistas como Scott Fitzgerald o Hemingway, que también aparecen en el filme como secundarios, pero la trama se centra en su amistad con Wolfe, otro gran escritor que sin embargo ha tenido que luchar contra el olvido.

"En EE.UU. lo sacaron del curriculum escolar en los 70, mientras que Hemingway y Fitzgerald permanecieron, por lo que toda una generación creció sin conocer el trabajo" del autor de "Del tiempo y el río" o "El niño perdido", ha señalado Grandage en una entrevista con motivo del estreno del filme en España.

Por otro lado, su estilo denso y voraz no encaja con las costumbres de lectura de este siglo. "Wolfe es difícil de leer, escribe frases muy largas, y a veces se inventa palabras", añade Grandage.

Jude Law asume el reto de meterse en la piel del excéntrico escritor, con todo su apasionamiento y su egolatría, pero va más allá para dotarle de una necesaria humanidad que permita que el espectador empatice con él.

Frente a su extroversión torrencial, Colin Firth aporta la introversión y la templanza a Perkins, el hombre que dedicó miles de horas a pulir la literatura de Wolfe. Nicole Kidman y Laura Linney completan el reparto como sus respectivas mujeres.

Para Grandage, hasta ahora un hombre de teatro, sucesor de Sam Mendes como director artístico del Teatro Donmar Warehouse de Londres (2002-2011) esta ha sido su primera incursión en el cine.

"Además de la intrigante naturaleza de su amistad, me interesaba esta historia porque tiene que ver con el proceso creativo y con todo el trabajo invisible que hay detrás de una novela", sostiene.

En ese sentido, precisa, sentía cierta identificación entre el papel de un editor y el de un director de cine o de teatro.

Según cuenta Berg en su biografía, Perkins no era un editor al estilo de sus contemporáneos, no se limitaba a correcciones gramáticas o de ortografía sino que hacía aportaciones creativas y en ocasiones asumía el rol de amigo, consejero y hasta psicólogo.

Además, le fascinaba descubrir nuevo talento. El propio Fitzgerald había sido rechazado tres veces por su editorial, Scribner's, antes de que Perkins aterrizara en ella.

La idea de llevar al cine esta historia, estrenada en la pasada Berlinale, fue de John Logan, que tardó 20 años en conseguirlo.