Se ha convertido en un personaje sumamente popular del universo estadounidense de libros infantiles y aunque no son en el plano cinematográfico nada que pueda calificarse de brillante o antológico, se ha hecho, también, con un lugar envidiable en la taquilla con la serie que arrancó en 2010 con 'El diario de Greg' y que prosiguió en 2011 con 'Diario de Greg 2: La ley de Rodick', en 2013 con 'Diario de Greg 3: Días de perros' y en 2017 con 'Diario de Greg: Carretera y manta'. Cine menor, incluso de serie B, pero en parte efectivo en el plano de la comedia familiar que describe con un sentido del humor un tanto disparatado y en ocasiones efectivo las peripecias de un clan, los Hefley, integrado por los padres, Susan y Frank, y por los hijos, Greg y Rodick, que pretende divertir, especialmente a los niños y adolescentes, manejando a su antojo los elementos más comunes y exagerados de la clase media norteamericana.

Esta cuarta entrega no está ni por encima ni por debajo de las anteriores, si bien no pone en grave riesgo el futuro de la saga. Con el cambio en el reparto de Jason Druker, que incorpora a Greg y que ha sustituido al Zachary Gordon que asumió el papel del protagonista en los tres primeros capítulos, y manteniendo a David Bowers en la dirección, que dio el relevo a Thor Freudentahl en 'Diario de Greg: La ley de Rodick', se ha asegurado una fidelidad absoluta a los patrones y a los ingredientes esenciales del argumento. De hecho, la única novedad destacable es la que se desprende de un guion que se vale de la estructura de la 'Road Movie' para asegurar un mínimo de originalidad.

Por eso, en efecto, esta es la crónica del ajetreado viaje que llevan a cabo los cuatro Hefley para asistir a la fiesta de cumpleaños de la abuela, que es nada menos que nonagenaria. Lo cierto es que Greg solo ha aceptado realizar tan largo viaje por carretera, que le parece una pesadilla, porque le permite la oportunidad de pasar muy cerca de un concurso nacional de videojuegos. Las anécdotas, con un par de homenajes a Hitchcock, apenas dan mucho juego. No da mucho de sí, aunque podría ser peor.