A sus 86 años, Antonio Gamoneda sabe un par de cosas de la vida. Y sabe también de poesía, un arte que ha cultivado durante más de medio siglo y que -está convencido- no puede cambiar realidades pero sí corazones. Sus 18 poemarios, que le han valido reconocimientos como el premio Cervantes en 2006, los repasará este lunes a las 20.30 h en el Ágora, donde participará en el ciclo Poetas Di(n)versos junto a Dores Tembrás.

- ¿Para qué le ha servido a Antonio Gamoneda la poesía?

-La respuesta más directa es que no sirve para nada. No tiene ninguna utilidad inmediata para quien sea, ni para el poeta. Pero, igual que no nos preguntamos para qué sirve un paisaje muy hermoso o un cuerpo humano, no nos preguntamos para qué sirve la poesía, sino que advertimos su belleza.

- Se encontró con ella en su infancia, a través de un libro de su padre, ¿fue aquello determinante para acabar siendo poeta?

-Pienso que sí. Yo no sabía que iba a ser determinante, porque no sabía nada. Era un niño que quería aprender a leer, pero las escuelas, en el verano-otoño de 1936 en León, estaban cerradas a causa de la represión sobre el magisterio. En mi casa no había muchas cosas, pero sí un libro de mi padre. Fui aprendiendo los signos de la escritura y, simultáneamente, descubrí que existía un lenguaje que no era exactamente el de la vida doméstica. Este descubrimiento fue determinante para mí.

- También fue determinante la situación política y social. ¿Hasta dónde llega la impronta de la Guerra Civil en su obra?

-La impronta de la Guerra Civil no termina, permanece. Pero no solamente por el hecho histórico. Aunque estuviera vestida con otros encajes, el motivo fundamental de la Guerra Civil era un aspecto de la lucha de clases. Esa lucha permanece. Se muestra en asuntos como la brecha salarial entre mujeres y hombres y la pugna por que el trabajo esté contemplado como uno de los derechos humanos que necesita una justa retribución. Ello estaba en la sublevación de militares de 1936. La huella de la Guerra Civil no necesita que yo la conserve, se extiende hasta ahora mismo.

- ¿La poesía tiene un papel en este terreno socio político?

-Hay mucha discusión sobre eso. Yo, como soy viejo, creo que me acerco a lo que las cosas son en realidad. La poesía directamente no puede modificar circunstancias históricas, sociales, ni cualquier otra en el terreno de la convivencia humana. Pero sí puede favorecer un estado de conciencia desde el que pueden surgir acciones drásticas que se acerquen a mover la realidad de la vida presente.

- "Las ideologías han sido sustituidas por el consumismo", ha dicho en alguna ocasión. ¿Es un nuevo tipo de dictadura la que vivimos hoy?

-Naturalmente. Nos dicen todos los días que vivimos en democracia. En una democracia formal vivimos hasta cierto punto, pero es una democracia en la que habita una dictadura económica. La dictadura económica es la que ha destrozado las ideologías, y ha creado una inquietud que está en nosotros y que resume tristemente nuestras aspiraciones.

- Una democracia formal... ¿Cómo se llega a la real?

-Hay una actitud crítica precisamente ante el consumismo que podría ser uno de los primeros pasos. Me parece bien cuando los jóvenes dan voces, pero imagínate que mi familia y yo decidiéramos que ya no pisábamos grandes almacenes, sino que los productos se los vamos a comprar a los agricultores y pescadores directamente. El dibujo es un poco fantástico, yo sé que no se hace así como así. Pero es que el dar voces y tirar piedras no modifica nada. Y esa actitud es emocionante, pero ingenua, porque lo que realmente puede hacer daño al capitalismo es que los elementos de producción que detenta no dominen la economía totalmente. Entonces es cuando podríamos estar en lo que llamas una democracia real, aunque en términos amplios es mucho más complicada, y tú y yo no tenemos tiempo para hablar de ello.

- Sí lo tenemos para hablar de poesía. En su última obra, La prisión transparente , trata la cuestión de la incertidumbre, ¿es mayor ahora, en la senectud, o cuanto más se ha vivido más se sabe de la vida?

-La incertidumbre es igual siempre, lo que ocurre es que uno sabe mejor que está en la incertidumbre cuando tiene mis años. La incertidumbre está en nosotros en una manera constante. Yo tengo mucha. Nunca pensé que fuera un significado central de mi escritura última, pero lo doy por bueno.

- El tema central de su escritura siempre ha sido la muerte. Pero usted habla de la poesía como un organismo vivo.

-Yo entiendo que la poesía no es un adorno que se pone a la vida, es la vida misma. Una narración, por ejemplo, se hace para desarrollar un argumento, y para que alguien se sienta bien leyéndola. Pero la poesía es otra cosa. La poesía habla del sufrimiento y del placer del poeta y, simultáneamente, está mostrando esos accidentes existenciales a los lectores para que se reconozcan en ellos. No es un adorno, es un hecho, incluso biológico.

- ¿A qué se refiere?

-Hay poetas al que un poema los ha matado. Yo, más modestamente, sé que mi presión arterial sube cuando estoy peleando con un poema. Todo esto me parecen datos comprobados que identifican el acto poético como una experiencia viva.