La aparición de Downton Abbey en el ecosistema televisivo ha obligado a los telebiólogos a replantearse algunas creencias que se encontraban firmemente establecidas dentro de la teoría de la evolución de las series.

Hasta la fecha se daba por cierto que las grandes series de televisión norteamericanas y los culebrones latinos procedían de ramas muy alejadas en su evolución,probablemente separadas en los primeros momentos de

la vida catódica, hace ya casi 50 años. Pero Downton Abbey posee características anatómicas propias del género“gran serie” y otras propias del género “culebrón”. La comunidad científica se encuentra desconcertada.

Que una serie actual parezca ser el eslabón perdido entre Boardwalk Empire y Pasión de gavilanes solo puede deberse a dos motivos: o todo lo que sabíamos hasta ahora sobre evolución de las especies televisivas es falso,

o Downton Abbey es una especie extinguida anacrónica que casualmente sobrevivió congelada hasta su actual despertar.

Repasemos los datos: Downton Abbey tiene una realización excelente y preciosista propia de las grandes series actuales; pero también sus personajes protagonistas son unidimensionales y monocolor, como corresponde a los personajes de los culebrones. Sus diálogos podrían tener lugar en una explotación venezolana de cacao, pero están dichos con una dicción y una prosodia de una belleza westminsteriana tal -por Dios, es obligatorio ver esta serie en VOS- que uno se pasa los cuarentaminutos de cada capítulo buscando y no encontrando el logotipo de la BBC por alguna esquina.Algunas de sus tramas amorosas se ajustan a clichés folletinesco-culebreros, pero también están entrelazadas con referencias al contexto social y cultural -al Titanic,a la Primera Guerra Mundial-,como siempre hicieron las grandes series históricas.Habría que abrirle las tripas en busca de restos digestivos de otras eras televisivas para confirmar que Downton Abbey es en verdad un mamut cuya segunda temporada llegó el otro día a Antena 3.