El inicio de un nuevo año provoca los más variopintos y fervientes deseos de cambio. A nadie se le escapa que la dieta influye de forma poderosa en la salud y es lógico que los buenos propósitos "dietéticos" abunden en esta época. El problema es que algunos de ellos conllevan ya errores desde el principio. Un clásico es pensar que con el nuevo año se llegará al peso "ideal" cuando hace años que se está instalado en el sobrepeso y se tienen más de 40. Aunque un año es bastante tiempo, muchas veces no es el suficiente para volver al peso adecuado.

No hay que olvidar que una pérdida de 0,5 kg-1 kg a la semana es la recomendada por los expertos y que no siempre se es regular. Además, cuanto más tiempo hace que el sobrepeso está presente, más difícil es perderlo. Es más inteligente ponerse objetivos razonables y proponerse que durante este año se va a mejorar. Otro deseo con defecto de forma es el de comer de forma "perfecta", sin ningún tipo de transgresión. Enero es el mes siguiente al mes más gastronómico del año y es lógico tener esta idea, pero hay que ser razonables. Pensar que nunca habrá una copa, una cena extra o un picoteo inesperado es poco realista.

Limitar las "transgresiones" es más efectivo que reprimirlas completamente. Una exigencia dietética excesiva provoca a corto o medio plazo un abandono de los buenos propósitos y una vuelta a lo anterior. Además, es importante tener una relación cordial con la comida, no una de amor-odio. Lo mismo pasa con el ejercicio. Si tenemos una agenda apretada, pensar que incluiremos en ella dos horas diarias de gimnasio es casi ciencia ficción.

Planteemos mejor unos tres días a la semana de gimnasio y cumplámoslo. Crear objetivos realistas evita un montón de frustraciones y a la larga da muchos mejores resultados.