Televisión dentro de la televisión, o al menos la televisión que habla de la televisión sin ser una crítica de televisión. Es Zapeando, que este lunes celebró sus 500 emisiones. Un éxito rotundo al que este impaciente le dio pocas semanas porque los primeras tardes, y ahí están en la videoteca, eran un lío del copón. El programa chirriaba por todas partes.

Recuerdo la grima que me daba Santi Villas, sí, el hermano de la brillante Thais, quizá porque no entendió el formato o porque el formato se andaba buscando. La audiencia le dio la espalda porque Zapeando no era ni una cosa ni la otra, como Albert Rivera, y así me explico bien. Los colaboradores ejercían de críticos de televisión de los vídeos de los programas emitidos el día anterior. Pero recuerdo aquellas primeras tardes como un lío de gallinas donde cada cual cacareaba como podía.

Pero el equipo, y la cadena, reaccionaron rápido y, sobre todo, confiaban en el programa y no se rindieron -otro caso de tozuda apuesta, pero patética, es el de Un tiempo nuevo, que en Cuatro se desangra cada semana desde hace muchas-. Ajustaron colaboradores, remozaron el decorado, y atinaron en la exposición de contenidos. Miki Nadal, Quique Peinado, Cristina Pedroche, Ana Morgade o Anna Simón forman un conjunto muy bien avenido. Se divierten allí, y nos divierten en casa.

Zapeando es hoy una de las citas más frescas de la tele, y encaja como un guante en el espíritu de La Sexta. Para celebrar los 500 programas, Frank Blanco, que ha sabido pastorear al ganado de colaboradores adoptando el rol de anti presentador, se tatuó algo en su cuerpo. La audiencia se ha convertido hoy en otro cómplice de Zapeando, y ahí reside otro puntal de su fortaleza.