Me desperté, y Ferreras seguía en el plató. Literal. Me fui muy tarde a la cama la madrugada del miércoles, y el moderador, el que más habla en 'Al rojo vivo', seguía mirando a cámara con los dedos de las manos abiertos como una panoja de pescado, como el policía que detiene el tráfico, cortando en seco lo que dijera cualquiera de los tertulianos para dar paso a Pastor, última hora, ¿qué ocurre en la sede del equipo de Trump? A esa hora el mundo aún podía tener esperanza. Pero por la mañana, ayer, el dinosaurio había levantado el pescuezo y un viento gélido recorrió el planeta. Donald Trump ha ganado las elecciones en EE UU. Corrí a la BBC, a la CNN, a la FOX, y todas hablaban de lo mismo. Me fuí al Canal 24h., pero la tertulia de la noche anterior se había desmontado. Eso sí,

Ángeles Bravo presentaba el informativo de la mañana con una pachorra llamativa. La Bolsa, decía, ha tenido un desplome repentino, pero las palabras del primer discurso de Trump, moderadas, parece que han surtido un efecto tranquilizador. ¿Moderado y Trump? En fin, ando un poco espeso, no acabo de querer entender lo que está pasando, y vuelvo de nuevo a Ferreras. Y ahora sí. Ahora me doy cuenta de todo. El especial de 'Al rojo vivo' ha ido cambiando su cuadro de opinantes desde que empezara la noche del martes, pero Ferreras, en mitad de la mesa, abre sus alerones como recién levantado. El puto bucle con la musiquita de enfatizar cada segundo sigue escuchándose como de costumbre. ¿Entonces? Ferreras ha cambiado su camisa negra por una blanca. Mal, muy mal. A ver si ese cataclismo estético, radical, propició el inicio de este nuevo loco mundo.