Que te robo, cojones, no me lo pongas a huevo. Y así fue. Un equipo de ‘En el punto de mira’, que sigue sus emisiones con brío y enfocando asuntos poco trillados en la tele, entró en Las Cuevas, un barrio de Pinos Puente, a pocos kilómetros de Granada, poco recomendable para pasear con los tesoros dorados de la abuela colgados en la pechera o con equipos de televisión con un arsenal de objetivos que cuestan seis o siete sesiones de yoga de las que se regala Rodrigo Rato , El Perseguido, para relajarse en Alicante de la tensión que le suponen las voces -cabrón, ladrón, hijo de puta- de los ciudadanos sin escrúpulos, esos a los que el budista en ciernes estafó desde Bankia y tal y tal.

El equipo de ‘En el punto de mira’ -los lunes, en Cuatro- hizo una radiografía pormenorizada de los robos que se dan en el transporte de productos caros, bebidas de marca, comida cara, o aparatos electrónicos y que van de un sitio otro en camiones que recorren el país. El punto oscuro, la zona de máximo esplendor, la milla dorada de esta nauseabunda y de- salmada delincuencia -pobres contra pobres- tiene su reino en Andalucía, en concreto en la A-92, y si afinamos el foco, en los alrededores de Granada, o sea, en Pinos Puente. Al parecer, en el barrio de Las Cuevas se encuentra lo más gra nado de esta mafia que da unos golpes que levantan a pulso la economía del pobre camionero al que lo dejan así, en pañales. Literal.

Luis Troya, al frente de los reporteros, el periodista que presentó esa entrega, se quedó loco. Puso el pie en el barrio, habló con algunos vecinos para ver cómo lo vivían desde dentro, y cuando quiso acordar, hala, uno de los objetivos voló en un santiamén delante de sus narices. No pudieron hacer nada para recuperarlo, además de poner una denuncia. ‘El punto de mira’, en un instante, cambió de manos.