Diga lo que diga, haga lo que haga, publique lo que publique, no me lo creo. No lo trago ni a él ni a sus trolas. El viernes pasado, mientras comía, y como viene siendo habitual aunque no sé por qué, Antonio García Ferreras conectó en directo con la redacción del panfleto digital que dirige el periodista que se rebozó y se reboza con la pringue más inmunda del periodismo, la calumnia, la mentira a sabiendas, el embuste como método de trabajo, la difamación como fórmula goebbeliana que dice que una mentira repetida muchas veces acaba, si no convertida en verdad, sí creando un estado de sospecha, y sin duda hacer de lo nimio, de la anécdota, algo terrible, una amenaza sin paliativos.

No sé por qué, el señor que despide cada día Al rojo vivo dando paso a las Noticias con el mantra «Helena Resano, más periodismo», tiene en nómina al fullero Eduardo Inda. El viernes, en la habitual conexión, el bandolero de la información dijo tener la bomba que, una vez más, iba a reventar en la cara de Pablo Iglesias, su obsesión. El del viernes fue el penúltimo intento de, repitiendo y repitiendo la misma historia con apenas unas variaciones en el instrumental, enfangar la figura del líder de Podemos.

En cuanto las encuestas, o las alianzas de izquierda, se ponen bravas y favorables, zas, llega uno de los tontos útiles de la oligarquía financiera y política, y les hace el trabajo sucio. Que Pablo Iglesias cobró de, oh, Venezuela, un pastón a través del Euro Pacific Bank. La respuesta del banco ha sido clara. Mentira.

La de la Hacienda de Venezuela también. El documento es falso -copiado de Youtube-. Se desmintió la treta los dos días. Aunque el pájaro enarboló el papelito, supe al momento que era falso. Como su risa de hiena.