Siempre me ha caído muy bien Mercedes Milá. Su osadía. Su audacia. Su valentía a la hora de ser ella misma. Pero siempre hay un pero. Todo tiene un límite. Milá continúa en activo. Ejerciendo de Milá a tiempo completo. Sin morderse la lengua. Diciendo lo que le viene en gana. Convirtiéndose por ello en 'trending topic' en cuanto abre la boca.

Sucedió el pasado domingo tras su paso por el Chester, cuando cuestionó a un científico su sobrepeso en vez de responder a sus argumentos. Si todos hiciésemos como Mercedes Milá, este mundo sería inhabitable, y la convivencia, imposible. Por suerte o por desgracia, todos tenemos que 'tragar', aunque sea un poquito. A veces, un muchito. Pero es que no nos queda otra. A Mercedes Milá puede que no le salgan úlceras. Ni a quienes son como ella. Dicen lo que piensan aunque no piensen lo que digan. Pero se quedan a gusto.

No hace mucho Mercedes Milá publicó un blog titulado 'Lo que me sale del bolo'. Muy editorializante a propósito de su actitud. Y naturalmente que en los tiempos de la esclavitud había que romper cadenas, soltar corsés, liberarse y realizarse como personas. Pero a estas alturas de la película no todo son derechos. También hay deberes. Y responsabilidades. En una relación. Con los padres. Con los hijos. Con los compañeros de profesión.

Si todos hiciésemos y dijésemos lo que nos da la gana esto sería un sinvivir.Y conste que alabo el trabajo y la actitud de Mercedes. Pero por el respeto que me merece hablo con esta sinceridad. Una anécdota reciente ilustra la situación. El programa 'Ochéntame otra vez' se graba en los mismos decorados donde tiene lugar la serie 'Cuéntame cómo pasó'. Hace poco entrevistaron a Mercedes. En Barcelona. En su tienda de libros. A ella quién le tose.