La audiencia es el auténtico juez de la televisión actual. Desde hace ya tiempo, el éxito o fracaso de un programa viene determinado por la cantidad de espectadores que lo han visto.

Pero, ¿cómo se miden las audiencias Mediante un audímetro, un aparato del tamaño de un receptor de TDT que va acoplado a la tele y que funciona las 24 horas del día. Este dispositivo registra segundo a segundo el consumo individual, ya que cada miembro de una familia debe identificarse a través del mando a distancia tanto al encender la tele como al apagarla. De esta forma, todo lo que ocurre en relación con la pequeña pantalla queda registrado de forma pormenorizada para cada miembro de la familia: el canal que se está viendo, tiempo total de funcionamiento, sintonizaciones, hábitos durante la publicidad?

¿Quién puede disponer de un audímetro?

Los encargados de realizar el estudio eligen una muestra representativa de hogares que se considera que representan al conjunto de la población de un país. En este sentido, la instalación de estos dispositivos electrónicos se realiza en hogares cuidadosamente seleccionados en función de las características de sus habitantes, para que sean realmente representativos de la población. En España se calcula que existen casi 5.000 hogares en los que hay instalados audímetros. En contra de la creencia popular, sus inquilinos no reciben ninguna contraprestación económica por ello, sino que acumulan puntos que posteriormente se pueden canjear por regalos.

¿Qué se hace con los datos?

Una vez procesados estos datos, el audímetro los envía a un ordenador central que se encarga de analizarlos. A partir de este análisis, se obtienen las cifras de audiencia estimadas para el conjunto de la población de un país.

A partir de estos datos de audiencia, las cadenas no sólo ponen y quitan programas y modifican sus parrillas de programación, sino que establecen también los precios que deberán pagar las empresas para publicitarse. En este sentido, no es lo mismo colocar un anuncio en un programa de ´prime time´ que en uno que se emita a altas horas de la madrugada.

¿Qué es el rating o share?

La importancia de las audiencias ha popularizado entre la población términos que no hace muchos años eran totalmente desconocidos. Por ejemplo, rating o share. El primero indica el porcentaje de espectadores que ven un programa concreto sobre el total de la población del país. Por su parte, el share refleja el mismo dato pero en relación al número total de personas que están viendo la televisión en el momento en el que se emite un programa.

En ambos casos, el dato es exclusivamente cuantitativo, no cualitativo, ya que no se puede conocer si al espectador le está gustando el programa que está viendo. De hecho, ni tan solo se sabe si realmente está viendo algún programa o está haciendo otras tareas con la tele encendida. Además, existen otras ´sombras´, como el hecho de que los audímetros no consiguen controlar el consumo televisivo si los programas están grabados y se ven en diferido.

En cualquier caso, pese a que los datos que aportan los audímetros no pueden considerarse como 100% fiables, lo cierto es que esta herramienta es la más utilizada para medir las audiencias y la que aporta mayor credibilidad. Pese a ello, la batalla desatada por las cadenas para conseguir cifras más positivas para sus respectivos espacios ha hecho que proliferen estrategias que en algunos casos pueden llegar a desvirtuar los datos finales.

En este sentido, la guerra por la audiencia, junto con el importante aumento de canales de televisión con la llegada de la TDT y los nuevos hábitos de visionado de contenidos audiovisuales por parte de los ciudadanos -especialmente a través de Internet- han comportado un importante recrudecimiento de la batalla entre las distintas cadenas por explotar sus datos de telespectadores.

En juego está el jugoso mercado publicitario, por lo que no es extraño que los responsables de las televisiones analicen al detalle los resultados de audiencia, tanto los propios como los de la competencia. En esta batalla, a veces el principal perjudicado es el telespectador, que se siente indefenso ante cambios aleatorios y a última hora de las parrillas de la programación o bien directamente la eliminación de determinados espacios por sus malos resultados.

Otra consecuencia de esta batalla por las audiencias ha sido el retraso cada vez más evidente del horario de inicio de los programas estrella de la noche. Así, si hace unos años a las 9 en punto de la noche ya se iniciaba la considerada como programación de ´prime time´.

Actualmente, el horario de máxima audiencia no arranca hasta pasada las 10, con programas que en algunos casos pueden llegar a superar las 2 horas de duración. ¿Por qué? Fundamentalmente porque las cadenas deben rentabilizar grandes formatos como 'Gran Hermano', 'El Tiempo entre costuras, 'La Voz', 'Isabel' o 'Top Chef', por lo que necesitan intercalar muchos cortes de publicidad.

Anteriormente las cadenas no conseguían llenar con publicidad de calidad la última franja de la noche, por lo que optaron por iniciar más tarde la programación de prime time y alargar los programas de mayor audiencia. De esta forma, además, incrementan notablemente el share de sus programas estrella, ya que cuando se acerca la medianoche la media de espectadores delante de la tele decae sensiblemente y por tanto hay menos competencia de las cadenas rivales. Con esta estrategia, estos programas aparentan tener más éxito del que realmente tienen y consiguen atraer más anunciantes. Anuciantes, además, que pagan por sus spots a precio de prime time.