Estoy convencido de que cuando sientan ante la cámara a Roberto Leal -La 1, 'España directo', y desde el viernes presentador de otro muermo-, y le dicen que tiene que ser divertido, el hombre hace lo que hace pretendiendo entretenernos lo mejor que puede. A mí, sin embargo, me da mucha grima cuando lo veo poner caritas, aparentar jovialidad, y marcarse unas tontunas junto a los "cupidos" Elías Torrecillas y Reichel Delgado. Todos forman parte de 'Hotel romántico', el nuevo fiasco de la tele pública. Se trata, en esta ola de programas de citas, de encontrar en la ciudad suiza de Davos el amor a partir de los cincuenta y pico. 12 hombres y 12 mujeres. Como dios manda, que TVE es muy suya y no quiere líos con Ignacio Arsuaga, el de Hazte Oír -el autobús se convertirá en helicóptero sobrevolando las playas españolas con un mensaje a lo pene y vulva-, que se le pone la bilis, el odio, y la mala leche de punta si oye hablar de LGTBI.

Me pregunto si Toñi Prieto, directora de entretenimiento de TVE, da el visto bueno a estos delirios porque se entretiene de verdad, porque alguien le aprieta las clavijas para que aguante carros y carretas, o porque le sale del moño y como ella no tiene que pagar la barra libre, hala, quien venga detrás que arree. Es verdad que 'Hotel romántico' no es un producto deleznable, pero tampoco propio de una televisión pública. Y, por si fuera poco, escucho romántico en televisión y mi traductor saca el lado canalla y me redirige al único significado posible, cursi. Pero cursi con avaricia. Noche romántica, habitación romántica, cena romántica, casita romántica, música romántica, y así hasta el empacho. 'Hotel romántico' es una castaña por donde el amor se escapa aturdido y avergonzado.